El Camino la Verdad y la Vida

El Evangelio del quinto domingo de Pascua nos habla sobre el destino que nos aguarda para aquellos que creemos en el Señor. “No estéis angustiados. Confiad en Dios, confiad también en mí. En la casa de mi Padre hay sitio para todos; si no fuera así, os lo habría dicho; voy a prepararos un sitio.” Jn 14: 1-2 Antes de cualquier cosa, Jesús nos pide que no nos angustiemos. Que confiemos en él, quien es el que tiene control de todo lo que vivimos, de los problemas que atravesamos o del sufrimiento que nos aqueja en este momento. Pero como es que vamos a confiar en Dios a quien no vemos. Es lógico cuestionar la presencia de Dios en medio de lo que sufrimos. Él mismo lo experimentó en la Cruz del Calvario: “Y hacia las tres de la tarde Jesús gritó con fuerte voz: «Eloí, Eloí, lemá sabactani», que quiere decir: «¡Dios mío, Dios mío!, ¿por qué me has abandonado?«. Marcos 15: 33-34. Nuestra naturaleza humana no nos permite aceptar el proceso de la vida misma. Es que en el medio de situaciones complicadas, en donde no logramos encontrar una pronta solución al dilema que vivimos, nos vemos inmovilizados y tanto la mente como el corazón se paralizan y no nos dejan ni pensar en el amor de Dios, ni mucho menos creer que él está allí a nuestro lado.

Confiar en él significa que vamos a dejar que su infinito amor nos cubra con su presencia. Ese amor es el que nos da la fuerza y empatía para continuar nuestro diario vivir, sin importar lo que hemos de atravesar. La realidad de nuestras vidas está enfrascada en esa misma certidumbre. Si creemos que él está a nuestro lado, por lo mismo, con el mismo énfasis, debemos de creer que es él quien nos sostiene y por ende en medio de nuestro temor ante la incertidumbre de la vida, saldremos triunfantes gracias a aquel que nos ama con amor eterno (Jer 31:3). Esto es muy importante de saber digerir y analizar no solamente con el pensamiento carnal (cerebro), pero al mismo tiempo discernirlo desde lo profundo de nuestro espíritu (corazón), que es en dónde “Dios sabe lo que necesitamos antes que se lo pidamos.” Mt 6: 8

Por otro lado, debemos reconocer que Jesús es ese Camino que nos encamina a la gloria eterna, el que un día no llevará hacía el Padre. Pero, ¿cómo entender esto? Desde el punto de vista lógico es imposible comprender, porque hoy día de todos lados se nos bombardea la idea de Tomás, “hasta no ver, no creer”. Eso imposibilita ver a Jesús como el verdadero Camino que nos conlleva a la vida eterna. Ya Pablo lo manifiesta en   1 de Corintios: “Ahora vemos como por medio de un espejo, confusamente; entonces veremos cara a cara. Ahora conozco de una manera imperfecta; entonces conoceré de la misma manera que Dios me conoce a mí.” 1 Cor 13: 12. Es tan simple poder entender esto; no se necesita de gran sabiduría o conocimiento intelectual, más bien, simplemente se necesita abrir nuestro corazón para dejar que el plan perfecto de Dios se realice en nuestras vidas. Esto será sin duda, lo que nos permita dar los pasos necesarios en ese Camino, sin temor, sin miedo, simplemente dejándonos conducir de su mano, pues como dice el Salmo 91: “A ti no te alcanzará la desgracia ni la plaga llegará a tu tienda, pues él ordenó a sus santos ángeles que te guardaran en todos tus caminos; te llevarán en sus brazos para que tu pie no tropiece en piedra alguna; andarás sobre el león y la serpiente, pisarás al tigre y al dragón. Porque él se ha unido a mí, yo lo liberaré; lo protegeré, pues conoce mi nombre; si me llama, yo le responderé, estaré con él en la desgracia, lo libraré y lo llenaré de honores; le daré una larga vida, le haré gozar de mi salvación.”

Además, tenemos que reconocer que el Camino que es Jesús, nos conduce por la Verdad. Pero… ¿qué significa esa Verdad? Para los grandes eruditos, exegetas o biblistas, esa verdad es simplemente Jesús como el verdadero Mesías. Claro es eso es cierto, pero la realidad es que si lo enfocamos desde el punto de vista espiritual y no académico, entonces podremos reconocer que esa Verdad es el mismo Amor del Padre manifestado en su Hijo Jesucristo. “Tanto ama Dios al mundo que Dios a su Hijo Único, para que todo aquel que confiará en él no se perdiera, sino que tuviera vida eterna” Jn 3: 16. En Jesús está manifestado el verdadero Amor. Esa es la Verdad de la que habla el Evangelio y si creemos entonces ese Amor nos conducirá a la Vida eterna. “Yo Soy el Camino, la Verdad (el Amor) y la Vida y nadie viene al Padre sino es por Mí.” Jn 14: 6.

Entonces ¿por qué seguir afligidos? Las problemáticas de la vida en nada se comparan con la gloria que tenemos predestinadas allá en el Cielo para todos aquellos que creemos en él. (Rom 8: 18) Solamente en Cristo podremos alcanzar la vida eterna; solamente en él viviremos en la paz que no da el mundo. Solamente hay un simple requisito que llenar. Debemos de creer en su amor para que un día alcancemos nuestra corona preparada allá en el Cielo.

Puedes enviarme un comentario a renealvarado@elpoderdedios.org.

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