Espiritualidad en el mundo contemporáneo

Espiritualidad en el mundo contemporáneo

Dios al encuentro del hombre

Introducción:

Debido a la globalización, a la ciencia -que utiliza la lógica humana para dar respuestas al porqué de la existencia- y al mercadeo propagandista de valores ineptos (el narcisismo, el feminismo, igualdades de género -homosexualismo, lesbianismo, transgénero-, etc.); igualmente de políticas tanto izquierdistas con ideologías socialistas extremas que han perdido la esencia real del verdadero socialismo ideológico en el que nadie es tan pobre como nadie es tan rico. Así también los ultraderechistas con ideologías del mercantilismo global en donde el rico se hace más rico y el pobre más pobre: “Para los que lo aceptan, existe la promesa de mercado más libertad; en cambio, para los que no cumplen, el castigo infinito” (Mallimaci Fortunato 2009) y por supuesto, sin dejar a un lado el radicalismo religioso (la yihad por ejemplo), que se enfoca en las guerras santas en contra de los “infieles” y por ende, en lugar de unir, quebrantan y desestabilizan la sociedad. Todo esto, ha conducido a la humanidad al declive espiritual, al desmoronamiento moral y a la pérdida de la fe, de la esperanza y, sobre todo, del amor. Santa Teresa de Calcuta respondía a alguien que le hiso está pregunta: “¿Madre Teresa, por qué el mundo está tan mal, con tantas guerras, niños abandonados y hambruna por doquier?” “Esto se debe, a la falta de amor”, respondió.

En este ensayo, nos enfocaremos principalmente, en la falta de amor. Debido a la globalización, nos encontramos con una espiritualidad que está en búsqueda del amor que no encuentra y no da paz a su ser. En el mundo contemporáneo el hombre se ve bombardeado con espiritualidades sugestivas de un falso amor. Confrontaremos esas realidades con la Verdad de Dios que en su Hijo Jesucristo nos muestra el amor eterno con el que nos ama (Jer 31:3). Además, explicaremos cómo Dios siempre ha estado dispuesto a venir al encuentro del hombre y así, brindarle Shalom una vez más, a su Tohu-vabohu. Nos orientaremos primordialmente en las Escrituras y en los recursos estudiados en este módulo. Así mismo, se mencionarán varios otros recursos utilizados en este ensayo con sus respectivas citas en la bibliografía.

Desarrollo:

“Espiritualidad cristiana verdadera es aquella que en la práctica hace santos a quienes la siguen” (J Rivera y J Iraburo 2013). Si tomamos esta cita literalmente, nos daremos cuenta de que, debido a los avances científicos y tecnológicos, hemos perdido conciencia de la verdadera espiritualidad cristiana. Esto debido a que no la practicamos o si al caso -para no ser extremistas-, la realizamos con indiferencia. Mallimaci nos dice: “El campo religioso se ve perturbado por el exterior en la misma medida en que el propio exterior resulta perturbado” (Mallimaci Fortunato 2009).

La globalización, en cierto sentido es buena, porque desde su índole tecnológico, a dado la oportunidad a que la población mundial pueda interrelacionarse ya sea, culturalmente y/o religiosamente de un extremo del globo terráqueo al otro. Pero a su vez, también ha a acarreado -aunque pareciere un oxímoron-, un aislamiento debido a que, no se necesita que la otra persona este en la misma habitación para conectarse, perdiendo con ello el contacto físico que es clave para la mejor integración dentro de la sociedad.  Por otro lado, el ser humano se ve realizado en la búsqueda de la perfección, a través de la ciencia. Siempre se busca dar una respuesta lógica a lo que nos acontece; veamos por ejemplo en la naturaleza, del porque llueve, porque hace frío o calor. Además, la ciencia reemplaza la fe en el Ser Superior, por lo mismo la espiritualidad del ser humano, que se aferraba a creer en Dios Omnipotente, se ve hoy reemplazada por las teorías y afirmaciones científicas. “Por todo ello, la verdadera espiritualidad cristiana es frecuentemente ignorada” (J Rivera y J Iraburo 2013).

Otro aspecto que es importante mencionar de la globalización, es el materialismo. Esto ha creado políticas globales en los que se toma control de los recursos naturales encontrados en los países primordialmente tercermundistas, quienes por sus deudas externas son manipulados por los países más ricos, quebrantando sus economías llevando a sus ciudadanos a la pobreza extrema y, por ende, sin la oportunidad del desarrollo socio-económico. Por otro lado, surgen políticas que tratan de controlar la economía de las regiones como es el caso de la Unión Europea con su moneda el Euro. O lo que sucede en Ibero América en el que algunos países empiezan a adoptar el dólar como moneda nacional y en el caso de el Salvador, que ha introducido el Bitcoin en su economía. “Pensar en otra política partidaria significa construir mecanismos de control y regulación (transparencia en el financiamiento, una relación con el mundo de los negocios evitando su colonización monetaria, etc.)” (Mallimaci Fortunato 2009).

Debido a esto, la debacle espiritual tiene muchas veces desde su núcleo -la familia- y, como escape a sus realidades, la pérdida de la moral dentro de la sociedad. Hoy todo se vale, sin importar consecuencias. Los hijos no respetan a sus padres, más adolescentes se tiran a la compra y venta de drogas, convirtiéndose muchas veces en sicarios a paga. En adición, muchos jóvenes optan por la prostitución o pornografía, lo que contrae enfermedades venéreas como la gonococia, la sífilis o el HIV, por ejemplo; además de llevar a las jovencitas al embarazo no deseado y, por ende, el aborto. El sexo desordenado con su propaganda mercantilista: “Nadie te puede decir con quién puedes o no, acostarte” permitiendo la ideología del género, el homosexualismo, el lesbianismo y el bisexualismo en su máximo esplendor. Lógicamente no se habla aquí de la persona, sino del acto inmoral.

El amor de Dios en la espiritualidad del ser humano:

Retomando la pregunta que se le hiso a Madre Teresa de Calcuta sobre la debacle de la sociedad, y su respuesta tan sencilla, pero con gran madurez espiritual: “Esto se debe, a la falta de amor”. Eso es lo que ha traído en sí mismo la globalización; más apego al individualismo, al narcisismo, al agnosticismo, al materialismo, etc. Eso crea el ambiente del desamor. ¿Cómo voy a amar a mi semejante, cuando yo mismo no me amo”? O en su raíz, ¿Cómo voy a amar a Dios en mi interior, cuando mi dios soy yo mismo? Cuando el amor (de Dios) no existe, entonces, en el individuo se abren puertas que lo conducen a la desolación, la desesperanza y la frialdad espiritual y, como el Covid 19, se contagia desde la familia hasta la sociedad en general.

Veamos lo que nos dicen las escrituras sobre el amor de Dios: “Con amor eterno te he amado” (Jer 31:3). Qué realidad tan grande existe en esa expresión de Dios a través del profeta Jeremías. Para Dios, es algo más que un simple dicho que todo el mundo repite de la boca para fuera. Para él, el decir que nos ama con amor eterno es mucho más profundo y mucho más intenso, que la única manera de poder descifrar su contenido es solamente el contemplar a su Único Hijo Jesús, clavado en la Cruz. “Describe también, partiendo de su sacrificio personal y del amor que en éste llega a su plenitud, la esencia del amor y de la existencia humana en general” (Deus Caritas Est 6). ¿Por qué nos cuesta entender esa frase tan hermosa? Pues por el hecho de qué, somos tan limitados en ese mismo amor, que pensamos que el amor de Dios es semejante al nuestro (egocentrista). Pensamos con nuestra humanidad y no necesariamente en el espacio espiritual de Dios. Por ende, al escuchar del amor eterno, la piel se nos enchina, y por lo mismo, no logramos comprender la inmensidad de ese amor realizado en Cristo Jesús.

Recordemos por ejemplo allá en el Génesis cuando Dios le habló a Noé y a su vez este habló al pueblo para que dejaran sus maneras viejas de vivir, con tanto pecado e inmoralidad. Nadie le creyó, y ¿cómo terminaron? ¡Ahogados! (Gen 7:17-24)

Del mismo modo andamos nosotros por la vida, ahogados espiritualmente, perdidos en las codicias de este mundo lleno de odio y rencor, de ira y faltas de amor al prójimo. Más, sin embargo, Dios nunca se aparta de los que ama; te ama a ti, me ama a mí, ama al que nos dañó y al que dañamos. No hemos escuchado aquella canción que dice: “El sol sale para todos, para todos sale el sol. No importa las fronteras ni la raza ni el color…” (Ricardo Ceratto 1973). Además, cuando Cristo murió, él lo hizo por todos sin excepción, como nos dice las Escrituras. “El amor de Cristo nos urge, y afirmamos que, si él murió por todos, entonces todos han muerto. Él murió por todos, para que los que viven no vivan ya para sí mismos, sino para él, que por ellos murió y resucitó” (2 Cor 5:14-15). Ese es el verdadero amor. Su amor eterno nos envuelve a todos, cuanto somos y cuanto poseemos.

A pesar de que teológicamente y en cierto modo filosóficamente hemos hablado de esto con anterioridad, se nos dificulta comprender el hecho del amor, especialmente cuando vemos a nuestro alrededor toda clase de calamidades (niños hambrientos, guerras, injusticias sociales, violencias domésticas, etc.). Dónde está el amor del que nos hablan, cuando nosotros queremos hechos concretos y no solamente las mismas palabras que solo son romanticismo y no le da de comer ni vestir al necesitado. Todas esas son preguntas válidas que, aunque parece difícil, son bien fáciles de responder. No es que el amor de Dios no esté allí; es que somos nosotros mismos los hombres, los que espiritualmente nos hemos separado tanto de su gran amor que hasta lo hemos perdido. Lo hemos abandonado por algún lugar en donde solamente existe oscuridad y lo más lamentable es que, ese lugar es nuestro propio corazón. Si hay niños muriendo de hambre, es porque yo mismo no les doy de comer. Si hay guerras, es porque nosotros los hombres estamos llenos de codicia y soberbia que nos olvidamos de la paz, por el simple hecho de amasar riquezas y sobre todo por las ansias de poder político o religioso; Si hay injusticias sociales, es porque somos cobardes y por tratar de salvar el pellejo, no queremos arriesgarnos a dar nuestra vida por la libertad del oprimido y, en eso está la falta de amor, no de Dios, sino que de nuestros corazones para los demás, es decir, nos falta la miserere cordis de Dios . “Dentro de este multifacético, diverso y complejo entramado no debemos olvidar continuidades teológicas y doctrinales que alimentan estas posturas…” (Mallimaci Fortunato 2009).

Es fácil hablar solamente de todo lo mal que está el mundo, pero qué difícil es accionar para darle una solución a lo malo que nos aqueja como humanidad. Lo que pasa es que como nosotros mismos venimos de hogares en los que se habló y se demostró muy poco el amor, es entonces que no podemos darnos cuenta de que solamente respirar, es como vivimos el amor verdadero de Dios en nuestras vidas. Porque no recibimos amor, es por eso por lo que no podemos dar amor. Nos cuesta comprender lo falibles que somos, pues en el mundo en el que vivimos somos “alguien”; cuanto más tenemos y entre más tenemos más amamos oprimir al desvalido, al indigente y hasta nuestra propia vida damos por amor al poder del dinero. Que tontos que somos. Pensamos que el interés de la vida es solamente aplastar al que no se puede defender porque no es rico como nosotros. Ahora que debemos de hablar no solamente de la riqueza material de este mundo como lo conocemos, pero hablemos de toda aquella riqueza interior que nos hace pobres exteriormente, aunque poseamos lo material. Estoy hablando de todos aquellos odios y rencores que guardamos en la bodega de nuestro espíritu; las vanidades y los falsos orgullos; los chismes, infidelidades, sexo desordenado, pornografía, golpes a nuestros hijos y/o a nuestros padres, abusos físicos y psicológicos. Todo eso es riqueza que nos va matando el alma y llevando nuestro espíritu por la calle de la desolación. “Al verlo, dijo Jesús: «¡Qué difícil es entrar en el Reino de Dios para los que tienen riquezas! Es más fácil para un camello pasar por el ojo de una aguja que para un rico entrar en el Reino de Dios” (Lc 18: 18-25)

Solamente viviendo el amor de Dios, es cómo vamos nosotros a dar también ese mismo amor al prójimo. Ya no vivamos preguntando: ¿En dónde está el amor de Dios? Más bien, digamos; “Aquí está el amor de Dios, porque hoy le doy de comer al hambriento, hoy visto al desnudo, hoy visito al enfermo y al preso” (Mt 25:34-46). Y vamos un poco más a profundidad: Porque ya no golpeo a mi cónyuge, ya no maltrato a mis hijos, ya no creo violencia en mi hogar con mis iras, etc. El Papa Benedicto XVI nos dice en su encíclica Deus Caritas Est: “Mi prójimo es cualquiera que tenga necesidad de mí y que yo pueda ayudar… Aunque se extienda a todos los hombres, el amor al prójimo no se reduce a una actitud genérica y abstracta, poco exigente en sí misma, sino que requiere mi compromiso práctico aquí y ahora” (Deus Caritas Est 15). Entonces, por qué preguntamos, dónde está su amor, cuando el amor de Dios está a nuestra derecha y a nuestra izquierda, sobre nuestra cabeza y bajo nuestros pies; ahí está su amor.

Por otro lado, ¿cómo pretendemos servir y convivir en el hogar, en la comunidad y en medio de la sociedad, si no queremos amar? La primera carta de San Juan en el 4:9 nos dice bien claro: “Miren cómo se manifestó el amor de Dios entre nosotros: Dios envió a su Hijo único a este mundo para que tengamos vida por medio de él.”. Es precisamente aquí en donde se manifiesta el Amor de Dios para nuestras vidas. Él la entregó cuando se dio a sí mismo en su Hijo Jesús, por cada uno de nosotros con el único propósito de que, por medio de su Muerte, nosotros fuéramos perdonados. A eso estamos llamados, a entender su propósito de salvación; no al reclamo sin sentido del por qué no veo el amor de Dios, más bien, uniendo nuestras vidas a la vida de Jesús, ya que, en el momento que se entregó a la muerte, pidió que hiciéramos nosotros lo mismo: “Esto es mi Cuerpo que es entregado por ustedes. Hagan esto en memoria mía” (Lc 22:19).

Dios al encuentro del hombre:

En el principio, -nos dice la Biblia-, Dios crea el universo, la naturaleza y culmina con la creación más bella, el hombre. Es que, él nos ha creado a su imagen y semejanza soplando sobre nosotros su aliento divino. Puso sobre nosotros el deseo ferviente de ser libres, de poder decidir por nosotros mismos el destino que queremos tomar, ya sea, junto a él, o alejado de él (neoliberalismo), dejando que descubramos por nosotros mismos las consecuencias de nuestra decisión. Dios, nos fue nutriendo con su amor, con su profundo deseo de que siempre tuviéramos lo que íbamos a necesitar. Se preocupó de que nunca nos faltara el alimento, la ropa y el techo sobre nuestras cabezas (Mt 6:25-30).

Deberíamos de estar agradecidos con Dios por todo lo que nos ha regalado, por la libertad que nos permite respirar su amor eterno (Jer 31:3); Pero ¿qué hemos hecho con esa libertad? Gracias a la ideología del neoliberalismo y al secularismo apático que este conlleva, la hemos convertido en un gran libertinaje, tomando ese regalo como un derecho obligado, como algo que tenemos por garantía, sin pensar por un momento que su gracia se manifiesta en nuestras vidas por medio de las experiencias de la vida misma, ya sean estas, buenas o malas. El problema es qué, esas experiencias nos ciegan y esto, no nos permite ver con claridad ese amor, enfocándonos más en el problema y no necesariamente en su gracia, lo que nos conduce a tomar decisiones que van matando nuestra espiritualidad. “Cuando no entendemos quienes somos en Cristo, estamos destinados a conseguir una identidad falsa” (Principio, espiritualidad 2008, 2009).

Estamos tan lejos de su presencia que, para solucionar nuestros problemas, buscamos otros dioses a los que adoramos y a los cuales consagramos nuestras vidas como se entrega la esposa al marido en la noche de bodas. Estamos viviendo un tiempo de tanto paganismo; vivimos encadenados a los vicios del mundo, rechazando la voluntad del Padre, lo que nos impide reconocer que en medio de todo aquello que nos aqueja, está presente la omnipotencia de Dios para tomarnos, para rescatarnos y, sobre todo, para que volvamos a la libertad con la cual hemos sido creados. Ahora que, podemos debatir largas horas sobre la omnipotencia de Dios que permite situaciones difíciles en nuestro existir. Es allí en donde se necesita profundizar en nuestra espiritualidad para comprender el designio de Dios en nuestras vidas. Confiar en él significa que vamos a dejar que su infinito amor nos cubra con su presencia. Ese amor es el que nos da la fuerza y empatía para continuar nuestro diario vivir, sin importar lo que hemos de atravesar. La realidad de nuestras vidas está enfrascada en esa misma certidumbre, porque si creemos que él está a nuestro lado, por lo mismo, con el mismo énfasis, debemos de creer que es él quien nos sostiene y por ende en medio de nuestro temor ante la incertidumbre de la vida, saldremos triunfantes gracias a aquel que nos ama con amor eterno (Jer 31:3). Esto es muy importante de saber digerir y analizar no solamente con el “alma”, pero al mismo tiempo discernirlo desde lo profundo de nuestro “pneuma”, porque allí, “Dios sabe lo que necesitamos antes que se lo pidamos.” Mt 6:8.

Recordemos que Dios en su gran amor, nos envía a su único Hijo Jesucristo, “para que todo aquel que crea en él, no se pierda, sino que tenga vida eterna” (Jn 3:16). Él ha venido para tomarnos, para sanarnos y para ponernos sobre sus hombros, encaminándonos nuevamente a la libertad con la que fuimos creados. Dios, no quiere que suframos, él nos dio la vida para ser felices, para que en medio de lo que nos aqueja, ya sea ésta, una enfermedad terminal o la pérdida de un ser querido, o ya sea también por sentirnos marginados debido a la pobreza, sepamos descubrir el amor eterno y misericordioso que está siempre dispuesto para obrar, -si así lo deseamos-, en la intimidad de nuestro corazón. Dios viene a nosotros, como el Padre al encuentro del hijo que un día por la misma libertad que él le otorgaba, tomó la decisión de apartarse de su lado. El Padre no esperó en la puerta, él fue a su encuentro y entre abrazos y besos, lo viste de traje real, le coloca el anillo de su amor, le perdona y le recibe con fiesta (Lc 15: 11-23).

Ya basta de seguir corriendo en la vida como tontos, buscando soluciones que no nos dan más que tristeza. Solamente pensemos en todos aquellos que, por aliviar sus dolores, buscan el alcohol o las drogas; otros la prostitución y así se pierden en la secularidad de un mundo que les ofrece soluciones, pero que les cobra con la vida misma. Eso es lo que la globalización con su secularismo quiere para nosotros, que nos alejemos de aquel que tiene poder para obrar en nuestras vidas y que lo único que pide a cambio es que creamos en la ideología que nos brinda, reemplazando el amor eterno de Dios por el amor al narcisismo neoliberal, que nos convierte en agnósticos, antirreligiosos, simplificando el amor a sí mismo, en una manera ególatra. ¿Por qué nos cuesta entender esto? Porque, por naturaleza somos tercos y, por ende, nos gusta sufrir. La realidad es que, al seguir el mundo y la corriente que nos ofrece disfrazada como la “verdadera libertad” (New Age), que no se rige a doctrinas y decretos religiosos, y que invita a vivir una espiritualidad inmoral sin temor a repercusiones, pero que al final, nos priva de la libertad a la que fuimos llamados en Cristo Jesús. Dios viene hoy para darnos verdadera libertad. Hoy viene a nuestro encuentro, para que tengamos vida y ésta en abundancia. Teológicamente, esto lo podemos entender desde su Encarnación (Fil 2: 6-11).

Somos creaturas hechas por las manos de Dios y en nuestro interior está estampada la gracia del Espíritu de amor que nos brinda libertad y por supuesto, está nuestra humanidad (sarx) que nos aleja de esa libertad y nos conduce por el camino del libertinaje. Dios nos creó, con libre albedrío. Dios nos da la oportunidad de conocer la vida, para que veamos lo que mejor nos conviene. Ser libres nos permite escoger entre estar encadenados al libertinaje de una espiritualidad egocentrista o al conocimiento de la Verdad que nos hace libres (Jn 8: 34). Ahora bien, tenemos que discernir teológicamente sobre esa “Verdad” de la que habla Jesús. La Verdad se refiere a Dios como el auténtico Amor (1 Jn 4:8) y si conocemos y vivimos en ese amor entonces seremos verdaderamente libres para perdonar, para aceptar a los demás tal y como son y sobre todo para que nuestras vidas sean consagradas totalmente al Señor en las buenas y en las malas. “Él nos ama y nos hace ver y experimentar su amor, y de este «antes» de Dios puede nacer también en nosotros el amor como respuesta” (Deus Caritas Est 15).

Respuesta del hombre a su amor:

¿Cómo podemos decir que creemos en él cuando nos dejamos hundir por nuestras tinieblas? Si se nos preguntara en este momento si creemos en Dios, estoy seguro de que la gran mayoría responderíamos que sí; y si la pregunta fuera si creemos que él nos ama, nuevamente la respuesta sería abrumadora: “¡Claro que sí!” Pero la pregunta que se nos hace más difícil responder es la que nos cuestiona: “¿Amas tu a Dios?” Por supuesto que la respuesta va a ser de la boca para fuera por tanto que nuestras acciones son completamente diferentes de lo que decimos. “Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mí. El culto que me rinden no sirve de nada, las doctrinas que enseñan no son más que mandatos de hombres” (Mt 15:8-9).

Cómo pretendemos decir que somos libres porque Jesús nos ha dado la verdadera libertad cuando no vivimos de acuerdo con esa libertad que decimos tener. Es qué vivir libres en Jesús es -una vez más-, abrirnos al perdón y la reconciliación. Veamos cómo es que, al vivir con odios y rencores, con iras y desprecios, que son enfermedades espirituales, nos llevan a enfermedades físicas. La verdad es que las dos están unidas una con la otra como nos lo explica la corporación médica Monte Sinaí: “Sin embargo, si esta persona con diabetes además padece niveles elevados de estrés y experimenta emociones intensas de forma frecuente, los niveles de glucosa en sangre aumentarán todavía más, y se incrementarán los efectos negativos de la diabetes. Además, cabe tener en cuenta que las emociones y la diabetes desarrollan una relación bidireccional:” (Estilo de vida | Diabetes emocional 2019). El Papa Benedicto XVI nos dice en el número 16 de su encíclica, que el amor a Dios está implícitamente unida al amor al prójimo porque “…la afirmación de amar a Dios es en realidad una mentira si el hombre se cierra al prójimo o incluso lo odia” (Deus Caritas Est 16).

Tanto nos ama Dios que solamente está en espera que retornemos a él. Ya basta de seguir la corriente absurda de la espiritualidad del New Age que la globalización ofrece como alternativa espiritual, en donde no hay más que apariencias con costes inmensos, más bien con alegría en el corazón, busquemos el amor libertador y conciliador del Padre que nos espera con los brazos abiertos para que retornemos a él. Nos dice Juan 8:47: “El que es de Dios escucha las palabras de Dios; ustedes no las escuchan por qué no son de Dios”. Cuando nos dejamos conducir por la carne y sus muchas desviaciones, y aun así nos atrevemos a decir que no nos preocupamos pues Dios de todas maneras nos ama, entonces estamos simplemente diciendo que nuestro dios es la idiosincrasia de una espiritualidad mundana que, en su ideología gnóstica que conduce al ateísmo, crea su propio dios al que puede manejar a su antojo, pues a él si le gustan todas aquellas acciones que nos separan de la Verdad del Padre. ¿De quién somos hijos? ¿Cuáles son nuestras actitudes y acciones hacia la vida y hacia los demás? Son preguntas que no son fácil de responder cuando se vive una espiritualidad alejada del amor de Dios. Pero para aquel que decide retornar y retomar el camino correcto, entonces comprenderá que todo requiere de un esfuerzo y sacrificio, pero cuando ese esfuerzo y sacrificio se hace en pos de la libertad en Cristo, entonces todo lo demás viene por añadidura (Mt 6:33).

Conclusión:

Si la globalización, a proyectado desde hace décadas y de diferentes maneras instituir un nuevo tipo de espiritualidad como el nuevo orden mundial, el ser humano tiene la herramienta para combatir los embates de esta. Es que, aunque pareciera que la sociedad en el mundo actual tiene un panorama oscuro, es necesario reconocer que, en el amor del Padre, podemos ver la luz de la esperanza que puede transformar el modo de pensar y de actuar en relación con la anímica estancia de la época moderna. Es solamente a través del conocimiento de la Verdad, como el implícito amor de Dios lo que nos conducirá por el camino que nos transporta a la vida eterna. Así mismo, esa Verdad, nos dará la fortaleza para que nuestra espiritualidad se vaya perfeccionando y en medio del dolor, el sufrimiento, la pobreza, la persecución, la discriminación por raza, sexo o color, pueda alcanzar la madurez para resistir los embates de la globalización. Porque Dios, ha querido venir una vez más al encuentro del hombre para brindarnos Shalom una vez más a nuestro Tohu-vabohu. Si el hombre responde de acuerdo con su plan perfecto de amor entonces, el político izquierdista trabajará para crear leyes que permitan la igualdad y el derechista, políticas económicas que permitan oportunidades a los pobres y marginados a salir adelante para dar de comer, vestir y poner techo sobre la cabeza de sus hijos. A los gobiernos ricos perdonar deudas externas de países tercermundistas a los cuales explota quitándoles sus riquezas naturales.

Si el hombre responde, entonces los miembros de las religiones extremistas descubrirán que la yihad es absurda y que la finalidad de la espiritualidad de su fe está enraizada en el amor de Alá, que quiere la paz y no la guerra.

Si el hombre responde, entonces se abrirá al perdón de sus deudores porque “…en el sentido de que el amor del prójimo es un camino para encontrar también a Dios, y que cerrar los ojos ante el prójimo nos convierte también en ciegos ante Dios” (Deus Caritas Est 16).

Por ende, podemos concluir diciendo que es solamente a través del amor de Dios como la sociedad retornará una vez más a Shalom.

Pensamiento final:

“Pero no; en todo eso saldremos triunfadores gracias a Aquel que nos amó. Yo sé que ni la muerte ni la vida, ni los ángeles ni las fuerzas del universo, ni el presente ni el futuro, ni las fuerzas espirituales, ya sean del cielo o de los abismos, ni ninguna otra criatura podrán apartarnos del amor de Dios, manifestado en Cristo Jesús, nuestro Señor” (Rom 8:37-39)

Bibliografía:

J Rivera y J Iraburo “Síntesis de la espiritualidad católica 2013” Tomado de: http://www.gratisdate.org/archivos/pdf/55.pdf

Biblia Latinoamérica en línea, Sobicain, Centro bíblico San Pablo Tomado de: https://www.sobicain.org/biblewebapp/?bid=1&bk=70&cp=3

Mallimaci, Fortunato. (2009). Globalización y modernidad católica: papado, nación católica y sectores populares. En CLACSO, América Latina y el Caribe: territorios religiosos y desafíos para el diálogo, pp. 109-139. Buenos Aíres: Colección Grupos de Trabajo. Recuperado de http://biblioteca.clacso.edu.ar/clacso/gt/20150116031228/Malli.pdf

El sol nace para todos; letra de Antonio de Jaén; música de Ricardo Ceratto 1973

Principio, espiritualidad. Manual de entrenamiento global de los cinco principios 2008, 2009. Tomado de:  https://www.jesusisthesubject.org/wp-content/uploads/2017/08/5principio-5-spirituality_sp.pdf

Estilo de vida | Diabetes emocional 2019, Corporación médica Monte Sinaí. Tomado de: http://www.hospitalmontesinai.org/noticias/201-estilo-de-vida-diabetes-emocional

Papa Benedicto XVI, Deus Caritas Est: Tomado de Conferencia Episcopal Española C/ Añastro, 1. 28033 MADRID (España) http://www.conferenciaepiscopal.es

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