Queridos hermanos de mi corazón. Que la paz y el amor de Cristo Jesús y el de nuestra madre María los acompañe siempre.
En las lecturas que hemos escuchado en la Santa Liturgia, se nos ha hablado sobre lo mucho que Dios quiere salvarnos de todos nuestros pecados, siempre y cuando nosotros estemos arrepentidos y deseosos de empezar una vida nueva en el Señor.
Veamos por ejemplo en la lectura de Ezequiel 37, en donde Dios nos habla directo al corazón y nos muestra cómo es que nuestras vidas alejadas de él se convierten en un simple valle de huesos y estos secos. “La mano de Yavé se posó sobre mí. Yavé me hizo salir por medio de su espíritu. Me depositó en medio de un valle, que estaba lleno de huesos humanos.” Ez 37: 1 Veamos como el profeta dejándose conducir por la mano de Dios, supo darse cuenta del estado de la vida del hombre cuando se separa del amor de Dios. En ese tiempo el pueblo judío, retornaba a su tierra después de haber vivido en el exilio por varios años y a su retorno, empezaban una nueva vida en la que por momentos se olvidaban de todo aquello que Dios les había hablado con promesa durante su cautiverio.
Eso es precisamente lo que vivimos hoy día. Hoy nos olvidamos de cuanto Dios ha dicho a nuestros corazones y, eso nos ha enviado a vivir un exilio en nuestra vida espiritual. Aunque se nos habla y se nos dice lo mucho que Dios nos ama y como quiere apartarnos de la muerte del pecado, aun así nosotros insistimos en alejarnos de él.
Nuestras vidas se han convertido en esos valles llenos de huesos, porque así tenemos el alma, seca, al no querer beber de aquel manantial de agua viva. ¿Por qué el hombre tiene la tendencia de apartarse del verdadero amor? Creo con toda seguridad que es porque su corazón está lleno de todo aquello que el mundo le ha puesto y la razón de ello es, porque ha vivido por tanto tiempo en el exilio, es decir alejado de la gracia de aquel que le ha brindado vida.
Por eso es que Dios al llevar a Ezequiel por ese valle le pregunta: “¿Hijo de hombre, podrán revivir estos huesos?,” a lo que en su humanidad, el profeta bien pudiese haber respondido con lógica: “Claro, si tú tienes todo el poder.” Pero no fue así, pues eso sería manipular los deseos de Dios en nuestras vidas. Por supuesto que Dios tiene poder y con solamente decir una palabra se pone por hecho su obrar. Dios siempre está deseoso en que nosotros confiemos en él, de acuerdo a su plan perfecto y en el tiempo que él tenga predispuesto para levantarnos de aquel lugar en donde nos encontramos tirados.
Ezequiel respondió: “Yavé, tú lo sabes.” No porque no tuviera fe en que se realizaría, más bien, su respuesta fue para que el poder total de Dios se hiciera en medio de aquel pueblo que no comprendía lo mucho que Dios le amaba. En nuestras vidas debemos comprender ese mismo punto y darnos cuenta que su voluntad no se realiza en nuestro tiempo y a nuestro comando. Esto hermanos de mi corazón, nunca va a trabajar así. Dios tiene un plan para nosotros permitiendo que en nuestras vidas atravesemos por desiertos, por incertidumbre, por instantes en los que nos sentimos solos y que nadie nos comprenda, no porque él sea malo o porque no le interesemos, más bien, para que su gloria sea realizada en cada una de nuestras vidas. Es por ello que siempre tenemos que tener en cuenta que en los peores momentos de nuestras vidas, nuestro buen Dios está a nuestro lado.
Cuando dejamos que la voluntad de Dios se realice, entonces nos damos cuenta el maravilloso sentido que tiene ese momento en el que atravesamos. Dios en su amor, quiere que tengamos vida, pero para llegar a esa misma, hay que vivir un proceso al cual no muchos de nosotros estamos deseosos de pasar. Cuando uno come una fruta, usualmente y dependiendo por supuesto de la que nos comemos, nos queda la semilla. Esta semilla, en nuestras manos no tiene vida, ni muerte, pero cuando la depositamos en la tierra, la misma muere y al cabo de un tiempo empieza a brotar de ella una nueva vida, la cual producirá nuevamente frutos. Es decir, eso mismo sucede con nosotros. Somos simplemente una semilla que en manos de Dios debemos morir a todo aquello que no nos deja vivir en paz, dejando atrás todo nuestro pasado, cuando fuimos consumidos por los deseos de la carne, quedando simplemente un una semilla que debe de ser enterrada, para que vuelva a dar vida.
Dios le dice al profeta que clame a los cuatro vientos y que en su clamor pida que el Espíritu se derrame para que aquellos huesos que han surgido del proceso de restauración, tengan vida. “¡Profetiza, hijo de hombre, llama al Espíritu! Dirás al Espíritu: Esto dice Yavé: ¡Espíritu, ven desde los cuatro vientos, sopla sobre estos muertos para que vivan! Profeticé según la orden que había recibido y el espíritu entró en ellos; recuperaron la vida se levantaron sobre sus pies: era una multitud grande, inmensa.”
Dios quiere darnos vida, pero la vida viene cuando morimos al pecado, cuando dejamos que él nos restablezca de esa muerte, dando sobriedad y estructura a una nueva creatura formada con la promesa de una vida eterna. “Voy a abrir las tumbas de ustedes, oh pueblo mío, haré que se levanten de sus tumbas y los traeré de vuelta a la tierra de Israel. Entonces, cuando haya abierto sus tumbas y los haya hecho levantarse, sabrán que yo soy Yavé. Pondré en ustedes mi Espíritu y vivirán; los estableceré en su tierra y sabrán que yo, Yavé, lo dije y lo hice, palabra de Yavé.”
Bendito sea Dios por todo el amor y sobre todo por la paciencia que nos tiene. Aun así nos alejemos de él, aun así el pecado se convierta en nuestra condenación, aun así seamos renuentes y no queramos escuchar su voz, él siempre está allí esperándonos, tocando a la puerta de nuestro corazón para que lo dejemos entrar y en nuestro interior nuestras tumbas sean abiertas y podamos dejar que su Espíritu de amor nos restablezca para una vida eterna.
¿Qué es lo que nos impide ser restablecidos? Miremos a nuestro alrededor y veamos el valle en el que nos encontramos hoy día. Si nuestro valle está lleno de huesos secos, es quizá porque no hemos permitido que Dios venga a nuestra vida y nos levante con una nueva actitud hacia lo que experimentamos en el presente. Hay que recordar que si bien es cierto en la vida hemos sufrido y algunos de nosotros por más que hemos pedido por nuestras necesidades, no vemos respuesta de Dios, él está ahí sosteniendo y esperando el momento en el que más que supliquemos por la solución de lo que vivimos, le demos gloria porque en medio de todo ese sufrimiento su mano se manifestará con poder en el tiempo en el que él tenga predestinado.
Hoy digamos con todo el corazón: “Confiaré en ti en mis momentos de debilidad, pues tú, Yahvé de los ejércitos eres mi protector y en medio de todas mis angustias tu me guardarás.” No seamos de los que solamente en los momentos de alegría y euforia lanzamos canticos de alabanza al Señor. Hay que alabarle es cierto, pero la alabanza debe de darse desde lo más profundo de nuestro dolor porque al final de cuentas a Dios le encantan las alabanzas y no las quejabanzas (Sal 42: 12). Es que Dios conoce lo que nos aflige desde antes que se lo pidamos (Mt 6: 8). ¿Por qué entonces la desconfianza? Cuando creamos que todo se ha acabado y nos sintamos derrotados y nos sintamos claudicar, debemos de recordar que ahí está aquel que quiere brindarnos vida.
Te invito pues a que no te desanimes, que sigas adelante, que confíes en Dios en su amor y aunque sea muy densa tu oscuridad, o se te haga difícil continuar, debes abrir tu corazón y confiar en él y deja que sea él quien en su amor te acompañe y te muestre el camino que te llevará a la vida eterna.
Pan de Vida, Inc.
Isaac says:
tu eres el rene alvarado del liceo ruiz tagle??
si es asi, que gusto encontrarte.
René Alvarado says:
Lamentablemente no soy