No se lo impidan

Queridos hermanos de mi corazón, que la paz de Cristo Jesús nuestro Señor esté siempre con todos ustedes y sus seres queridos.

Juan le dijo: «Maestro, hemos visto a uno que hacía uso de tu nombre para expulsar demonios, y hemos tratado de impedírselo porque no anda con nosotros» Jesús contestó: «No se lo prohíban, ya que nadie puede hacer un milagro en mi nombre y luego hablar mal de mí. El que no está contra nosotros está con nosotros. Y cualquiera que les dé de beber un vaso de agua porque son de Cristo, yo les aseguro que no quedará sin recompensa» «El que haga caer a uno de estos pequeños que creen en mí, sería mejor para él que le ataran al cuello una gran piedra de moler y lo echaran al mar. Si tu mano te está haciendo caer, córtatela; pues es mejor para ti entrar con una sola mano en la vida, que ir con las dos a la gehena, al fuego que no se apaga. Y si tu pie te está haciendo caer, córtatelo; pues es mejor para ti entrar cojo en la vida que ser arrojado con los dos pies a la gehena (Géenna, barranco localizado en Ben-Hinon al sur de Jerusalén, el cual se conocía como lugar de mala muerte, en donde se quemaban hogueras para la adoración de ídolos y por lo tanto pasó a ser un lugar de comparación del infierno). Y si tu ojo prepara tu caída, sácatelo; pues es mejor para ti entrar con un solo ojo en el Reino de Dios que ser arrojado con los dos al infierno, donde su gusano no muere y el fuego no se apaga. Pues el mismo fuego los conservará»


Muchas veces hemos hablado sobre la manera en la que, algunos hermanos, dejan la Iglesia fundada por Cristo Jesús, en búsqueda de lo que ellos consideran la “verdad”. En ocasiones, nos encontramos con hermanos que han dejado nuestra fe cristiana católica, ya que en ella nunca fueron atendidos, por el sacerdote, el encargado del catecismo, el encargado del grupo, o porque cuando le hablaron al gato de la parroquia, este no le dijo “miau”, por lo que se sintió terriblemente mal y por ende decidió asistir a otra Iglesia, en la cual el gato lo saludaría mejor que el de los católicos.

En nuestras vidas como cristianos, hemos visto tantas contrariedades; y podríamos afirmar que es cierto, que por lo regular cuesta que nos atiendan y que en ciertos momentos nos hayamos sentido ofendidos y hasta humillados por los que se consideran nuestros guías espirituales, pero eso no indica la rebelión en contra de nuestra fe.

A veces (por no decir todo el tiempo), criticamos a los hermanos separados por sus actitudes, sus actividades y por la manera en la cual se dirigen a nosotros los católicos, pero debemos pensar que aun que ellos no sean de nuestro mismo pensamiento y ni siquiera sigan nuestros procesos de fe, eso no quita que por medio de ellos, algunos de nuestros familiares, vecinos o amistades, hayan sido transformados por sus predicaciones.

Seamos honestos, ¿cuántos de los que leemos, conocemos a alguien que era drogadicto, borracho y estaba a punto de perderlo todo? Y estoy seguro que él o ella han de haber escuchado el mensaje católico, que tú le presentabas, pero más sin embargo ellos fueron transformados por medio de una oración de hermanos separados y sus vidas cambiaron rotundamente.

El problema no es que ellos prediquen o sanen enfermos o echen demonios. ¡No! El problema es enraizado en la profundidad de nuestra propia Iglesia católica que no hace verdaderamente lo que debe de hacer y no quiero equivocarme en esto, pero si es cierto que aquí en los Angeles, contamos con eventos y retiros todos los días del año, también es cierto que la Iglesia en general, no evangeliza de acuerdo al plan perfecto del Señor. Bueno y ¿cuál es el plan perfecto del Señor? Pues su amor que quiere salvarnos y si nosotros mismos no buscamos nuestra propia salvación en su amor eterno y profundo, menos podremos trasmitir ese amor de poder a los demás.

Con el paso del tiempo los católicos nos hemos vuelto medios flojos y dormidos al no responder con rectitud, con compromiso y sobre todo, con enjundia al llamado de Dios a nuestros corazones, a evangelizar por todas las naciones del mundo, como su mandato lo pide. Y es entonces cuando nuestros hermanos separados aprovechan la oportunidad para atraerlos hacia ellos. Ahora que los métodos que usan no son muy ortodoxos que se diga, pues algunas veces aprovechándose del católico soñoliento, que no busca, sino que solamente espera, los engañan con falsas promesas, como prometiendo una sanidad, de acuerdo a cuanto den de ofrenda.

Quizá no hemos hecho lo suficiente como verdaderos cristianos y darle a Dios lo que realmente se merece el Señor. ¿De qué nos sirve tanto evento, si no amamos, si solamente queremos sentir bonito y no necesariamente comprometernos a su servicio? Es por ello que la Iglesia fundada por Cristo, está como está, porque los llamados católicos no buscan un compromiso abierto y total y esperan a que otros acarreen con el cargo del verdadero Evangelio. Solamente estamos en espera de milagros y no verdaderamente del amor de Dios en nuestras vidas.

Para evangelizar somos flojos, pero para criticar a aquellos que dedican su tiempo y energía a llevar el mensaje, para eso si somos buenos. Inclusive dentro de nosotros mismos, estamos llenos de envidias, faltas de amor, con rencores y odios, y con enojos nos atrevemos a decir a viva voz “¡Que viva María!” cuando ni siquiera respetamos lo que nuestra Madre hizo, al aceptar el compromiso, sí, ese compromiso que bien la hubiese podido llevar a la misma muerte a pedradas. Estamos en nuestras reuniones y estamos viendo como podemos hacer caer al hermano o la hermana; dentro de la parroquia queremos ver como nos deshacemos el sacerdote que no nos atiende, o buscamos ocupar un puesto que sobre salga, no porque amemos, sino más bien, por amor al orgullo, a la vanidad y sobre todo a la avaricia.

Lo mismo sucede con sacerdotes que no se dedican a hacer del Evangelio su norma de vida, destruyendo a cualquiera que no tenga sus mismos sentimientos y en ocasiones, llevando a esta gente hasta la misma muerte. Vemos, como sacerdotes que en lugar de llevar la vida del Señor, condenan a muerte e inclusive, son ellos mismos los que con arrogancia se asesinan unos a otros, por el hecho de que uno habla con la verdad y los ha descubierto en movidas chuecas.

Si, hermanos de mi corazón. Esa es una de las muchas razones por la cuales hoy en día las iglesias protestantes y las sectas, se multiplican diariamente por los cientos y miles. Todas con ideologías humanas y muchas de ellas con intereses escondidos, buscando el enriquecimiento de sus afamados pastores, quienes no buscan más que el provecho que sacan de la gente que siendo un día católica, rechazó el verdadero Evangelio por su ineptitud de profundizar en el amor de Dios.

Y más sin embargo, en esas iglesias muchos son los que dejan a un lado sus vicios, dejando atrás sus enfermedades, sus depresiones, sus problemas conyugales, etc. En esos lugares, han encontrado, lo que nosotros como verdadera Iglesia no les hemos brindado. No mostramos que amamos a Cristo, porque no amamos al prójimo. No somos buenos pastores del verdadero rebaño, porque no tenemos el corazón de Jesús; somos solamente piedra en el zapato, que no hace y no deja hacer.

Ahora es el tiempo que tenemos para recuperar lo que hemos perdido. No nos dejemos llevar por las condiciones oscuras, más bien prendamos la luz de Jesús que tenemos apagadas en nuestro corazón, para dar luz a todo aquel que se encuentra perdido. No seamos de aquellas personas que dejan que la bombilla de su cuarto se queme y en vez de cambiarla, esperan a que alguien más lo haga por ellos; No seamos de los que al nomás ver la suciedad de la Iglesia, se separan en búsqueda de algo que no les haga sentir tan sucios como lo que están. Más bien, busquemos nosotros mismos, cómo lavar nuestra propia ropa, para que, iluminados por la oración y el discernimiento, podamos lavar la de los demás.

Nadie es perfecto, ningún pastor protestante lo es, ningún sacerdote lo es, nadie lo es, y si nadie lo es, entonces mejor busquemos nuestra perfección en el amor del Señor. Como nos dice Jeremías 17: 5 “Maldito el hombre que confía en el hombre; maldito el hombre que no confía en Dios”

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