Cuando uno tiene un recién nacido en sus manos, es para la mayoría de las personas, una causa de gran alegría. En esos momentos, no le vemos arruga alguna, o ni lo vemos feo o si es blanco o morenito, lo que nos importa es que ha nacido nuestro hijo, nuestro sobrino, nuestro hermano o nuestro nieto.
Que lindo es saber que un hijo nos ha nacido. Hasta se nos olvidan los intensos dolores por los que la madre atravesó, en el momento de dar a luz a esa criatura de Dios.
Como padre de familia que soy, he experimentado dos veces ese mismo sentimiento. Me tocó ver el nacimiento de mis dos hijos y los que lo han experimentado, saben la emoción que se siente en ese momento. Es que ver nacer a los hijos es algo maravilloso y puedo decir sin exageración que es algo fantástico.
Aunque luego de esa alegría del momento, uno como padre, empieza a experimentar otra etapa en su vida, la de levantarse a la media noche, porque el nene, tiene cólicos, o que tiene el pañal mojado o que tiene hambre o que simplemente llora, pues quiere el calor de sus padres.
Así es la vida, nacemos, crecemos, nos casamos por amor (algunos porque metieron la pata) y nos reproducimos. Cuando somos primerizos, no sabemos como educar a nuestros hijos (aunque ahora se da un manual para el bebé) y hasta nos frustramos cuando las cosas no caminan como es debido. Hay ocasiones en las que por más que luchemos, nuestros hijos crecen como árboles torcidos, que por más que tratamos, nunca se logran enderezar.
Muchas veces nosotros mismos como padres, hemos hecho que esos hijos se tuerzan, por nuestro comportamiento y cuando las cosas caminan mal, buscamos como hacer culpables a otros de las desgracias por las que ellos atraviesan.
Aun así ser padre es una responsabilidad muy grande y sobre todo difícil de hacer y eso que vivimos en una era en la que todo esta a nuestro alcance, para dar mejor educación a los hijos, con mejores oportunidades (aunque en nuestros países, estos parece incoherente), que nos llevan a ser mejores padres y mejores hijos.
Si con todas esas comodidades, no logramos hacer de nuestros hijos lo mejor que podemos, ya te imaginarás el tiempo tan duro que José y María pasaron. Ellos si que vivieron un verdadero martirio al llevar María consigo el Hijo de Dios. Desde el anuncio (Lc 1:26-38), durante su embarazo (Lc 2:1-7) y durante toda su vida, esperando el día en el que su Hijo Jesucristo daría su vida por cada uno de nosotros.
En este tiempo estamos preparando fiestas y algarabíllas por la Navidad y muchas veces no sabemos que es la Navidad. Solamente nos preocupamos de los adornos en nuestras casas, las luces en nuestros árboles y sobre todo lo que más nos preocupa es el de dar regalos y caemos en depresión por que sabemos que no tenemos dinero para dar a los demás. Es por ello que caemos en deudas que nos atrasan en nuestro diario vivir y esas deudas son la causa de que muchos matrimonios se separen y todo por el hecho de no comprender que la Navidad no es lo material, más es todo lo contrario, es espiritual.
Dios hecho carne, despojándose de su divinidad, para hacerse como hombre y dando su vida por cada uno de nosotros, por ¿dinero? ¡No! Por amor, por un verdadero amor. Eso es lo que celebramos esta Navidad, el nacimiento de aquel ser especial, que nos mostró el verdadero camino, verdad y vida y que en su misericordia, tuvo compasión de toda la humanidad y especialmente por ti que lees.
Su nacimiento es esperanza para nuestras vidas. A veces esperamos su nacimiento como una simple rutina, con posadas, con novenas, y fiestas paganas que no tienen nada que ver con el verdadero significado. Las fiestas se convierten en antros de alcohol, drogas y abusos sexuales, en jóvenes que se quitan la vida y mujeres que abortan y caen en depresión. ¿Y de Jesús? ¿Quién habla de Jesús?
Que en esta Navidad prendas la Luz en tu corazón y no en el árbol; que lo que esperamos no sea un regalo material, sino más bien, que esperes en el corazón la encarnación del Verbo hecho Hijo de hombre, para transformar tu vida y la vida de los que te rodean.
Ya no sigas chupando; no más drogas; no más prostitución; no más pensamientos de aborto o suicidio; ¡no más! Cristo esta por nacer y quiere hacerlo para transformar tu vida. No pierdas esta maravillosa oportunidad que Dios quiere darte en esta temporada y que el día de hoy sea para prepararte con ayuno y oración y no con el mejor regalo que te dejará pobre para todo el año entrante.
¡Feliz Navidad y prospero año nuevo! Te deseamos a ti y a tu familia, de parte de nuestro ministerio Pan de Vida, Inc.