Nuevo año, nueva esperanza

Bendito sea Dios todo poderoso que nos permite la oportunidad de empezar un nuevo año, acompañado de la esperanza que nos da el Creador en que todo aquello que anhelamos podría realizarse, es sorprendentemente agradable para nuestras vidas.

Todo aquello que nos prometimos hacer este año que terminó y no lo pudimos lograr, se puede realizar con una nueva oportunidad en la que vamos a luchar para lograr lo que nos proponemos. Es que todo es posible para los que creemos. Esa es la verdad. Posiblemente se nos ha dicho una y otra vez que no lo lograremos, que no se puede, que es algo imposible porque no tenemos las capacidades intelectuales para lograrlo, pero todo eso se queda en el pasado. Hoy empieza una nueva carrera para lograr con positivismo todo aquello que anhelamos en la vida.

Quizá nuestro deseo es simplemente bajar de peso, tener un mejor empleo, un mejor sueldo, conseguir una casa para que nuestro sueño deseado se cumpla, o que nuestra enfermedad se cure. Pero, eso que anhelamos no lo es todo en la vida. Por supuesto que la gran mayoría de nosotros deseamos un mejor empleo, o una mejor casa, pero la realidad es que nuestras energías las desgastamos en cosas que si bien es cierto son importantes para la realización de nuestras vidas, no son lo que más nos debería de interesar. El problema es que nos hemos apartado de todo aquello que realmente importa como lo es, el amar y sentirse amado. El mundo nos impide pensar en ello y por lo mismo el amor ha desaparecido de nuestras vidas. Hoy amamos las cosas materiales (el dinero, el carro, la casa, etc.) sobre las personas; amamos más a los perros y gatos que nuestros propios hijos.  Es por ello que vivimos frustrados todo el tiempo. Quizá sea por ello que no logramos ser felices en la vida. Por ende, cada que termina un año queremos darle vuelta a la página y así, nos prometemos una vez más sin éxito, que para el próximo lo lograremos. En esta promesa de alcanzar lo que nos hará feliz, nos hace caer en una pestilente rutina que nunca nos llevará a realizarnos como personas capacitadas para ser felices.

El amar es tan importante como el mismo aire que respiramos. Cuando nos falta el oxígeno a nuestros pulmones sentimos morir, de la misma manera es el amor. El no sentirnos amados, es sentirnos despreciados y por lo mismo creamos en nuestro corazón un cierto vacío que deseamos llenar aspirando a cosas ajenas a nuestra naturaleza espiritual. Para algunos, el sentirse no amado, lo conduce a buscar el amor en medio de otros que experimentan el mismo sentido desalentador en sus propias vidas. Veamos por ejemplo mujeres que buscando sentirse amadas caen en las garras de hombres que, aprovechándose de su vacío, las envuelven en sus miserias, haciéndolas sentir basura y en eso piensan que el sentirse amada es ser abusada física y emocionalmente. Un día, Juanita, una mujer de 75 años y casada con Juvenal por 55, le dice a su esposo, “Viejo, siento que ya no me amas.” “¿Por qué dices eso vieja?” Le pregunta Juvenal. “Porqué ya no me pegas como antes…” Unos buscan llenar ese vacío en el alcohol, las drogas, la prostitución, el homosexualismo, el pandillerismo. Otros, se sienten atraídos por las ansias de poder. Para ellos el estar en control de la situación y de los demás les produce una cierta sensación de llenar su corazón, porque ellas estuvieron bajo control de alguien que las/los lastimo.

La realidad es que, por más que se busque con cosas externas llenar ese vacío, nunca se logrará precisamente porque son cosas “externas”. El vacío solamente se llena con el verdadero amor. No simplemente como un sentimiento ideológico preparado y manipulado por el hombre, sino más bien, provocado por el deseo de saberse valorado como ser espiritual. Esto significa que lo que nos va dar la satisfacción de experimentar la verdadera felicidad, será solamente cuando nos demos cuenta que el vacío lo podemos llenar solamente sintiéndonos nosotros mismos amados. Cabe expresar aquí, lo que hemos escuchado tantas veces y que más sin embargo nos cuesta asimilar: después de Dios, nadie nos va amar tanto como nosotros mismos.

Si nos damos cuenta de la profundidad de esto en nuestras vidas, entonces podremos realizar todas aquellas cosas que nos hemos propuesto por siempre. Porque el amor como una experiencia de vida, nos da lo suficiente para mantener viva la esperanza de un mejor futuro. El amarme a mí por mí, es una experiencia que nos lleva a un nivel de gracia que el amor del mundo como sentimiento no logrará conseguir jamás. Pero, el sentirme amado por mí, significa que tengo el poder de perdonar mi ser, por sentirme despreciado, por sentirme sometido(a) a los abusos de otros, por haber buscado en el alcohol, las drogas, el sexo desordenado, el homosexualismo, por el simple hecho de sentirme basura y, además, porque he cometido abusos en contra de mi persona, no solamente físicamente, pero que también los he cometido espiritualmente.

El perdón conlleva a la felicidad. Por otro lado, también debemos de sentirnos amados cuando aprendemos a perdonar a los que nos hicieron daño. Por muy grande que este daño haya sido o por muy profundo el dolor que el mismo nos haya causado, debemos de creer que hay algo más grande y poderoso que está en espera a que le abramos para que sane nuestras heridas y nos haga libres. Eso es el perdón que nos lleva al amor. Pensemos por ejemplo como el daño que nos hicieron se compara con un arbolito que se planta, pero que, en vez de ponerle agua, se le pone arena. El arbolito quizá de cierto modo crecerá, pero lo hará débilmente, se sentirá que por momentos se muere, pero que cuando deja que le quiten la arena acumulada y se deja regar con agua cristalina, ese arbolito olvidará por siempre que un día acumuló arena sin agua y crecerá hasta producir fruto y este en abundancia. Este arbolito permanecerá siempre firme, mientras siga siendo regado. Lo mismo sucede con nuestras vidas. El daño que nos causaron otras personas, se ha convertido en esa arena que no deja penetrar el agua para hacernos crecer. Si vemos hoy para atrás nos daremos cuenta que, si bien hemos crecido físicamente e intelectualmente, nuestro espíritu se ha quedado estancado en el dolor del pasado y, por consiguiente, sigue anhelando crecer en el amor. Hoy es necesario dejarnos regar por el amor, es decir, aprender a perdonar para crecer y producir frutos en abundancia. Esos frutos se verán realizados en nuestros propios hijos y de estos a sus hijos, rompiendo con ello aquella maldición que no nos permitía llenar el vacío de nuestro corazón.

Que nuestro propósito en este año que empieza, no sea nuestra prioridad simplemente perder una o dos libras, conseguir una casa nueva o un mejor salario, porque esas son cosas secundarias, más bien, busquemos como sentirnos amados y perdonados para amar y perdonar a los demás. Porque recordemos que las escrituras dicen: “Buscad primero el Reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas se os añadirán.” Mt 6: 33.

Feliz año nuevo y que la bendición del todo Poderoso los acompañe en este nuevo año.

Su hermano en Cristo

René Alvarado

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