Queridos hermanos de mi corazón: Que el amor y la paz de Cristo Jesús nuestro único y verdadero Señor y Salvador esté siempre con ustedes y que nuestra Madre María, los cubra con su manto santo, todos los días de sus vidas.
Hoy veía las noticias por la televisión y conforme pasaban, me daba cuenta una vez más que ya todo parece perdido, que este mundo está tan mal que la venida del Señor está próxima. Claro esto es solamente un pensamiento humano, deseoso de que el Señor esté ya aquí en medio del pueblo de creyentes que confiaron hasta el final en sus promesas de amor y misericordia.
Nosotros los humanos hemos dado cabida a la destrucción de todo lo precioso que Dios nos dio como herencia para vivir, los bosques, los ríos, los mares y toda naturaleza en general. Él nos lo dio para que disfrutáramos de todos los aspectos que ella tenía para nosotros y en cambio hemos tomado ese regalo de Dios para convertirnos en seres peores que animales y digo peores no menos preciando a la creación de Dios, pero en el sentido de que esos animales sin razonamiento reconocen a plenitud su estancia en esta tierra, mientras que nosotros aun con razonamiento, la hemos convertido en un mundo de basura y todo para satisfacer nuestros egos y deseos de poder, aplastando a todo cuanto se nos ponen en el camino.
Parece que no hay una posible solución a todo esto. En los periódicos leemos todo tipo de desgracia que ciertamente nos pone a reflexionar sobre si hay posibilidad que el hombre mismo pueda salvarse de lo que le viene encima. El evangelio según San Mateo en el capítulo 13 y versos 24 al 30 nos cuenta la parábola del sembrador que sembró buena semilla y el enemigo vino y le sembró semilla mala. Dice la Escritura: “Cuando crecieron las plantas y empezaba a formar la espiga, apareció también la cizaña” Esto es exactamente lo que ha sucedido en el mundo, Dios ha sembrado en el hombre la capacidad para amarle, para amar a su prójimo y para amarse a sí mismo; pero qué ha pasado, que el hombre mismo se ha dejado sembrar en su corazón, odios rencores, envidias, celos, iras, vanaglorias y ha dejado que esto vaya opacando la semilla buena en nuestro corazones.
Esto tiene implicaciones directas con lo que hacemos con el mundo. Todo aquello perfecto que Dios nos dio lo hemos tirado por un tubo y en su lugar hemos convertido las maravillas del Creador en un mundo lleno de basura.
Ahora que todo esto no se queda solamente en eso, más bien, como no todos tenemos “poder” económico para destruir el medio ambiente, entonces arremetemos en contra de nuestras propias familias, destruyendo con nuestras acciones todo aquello maravilloso que Dios nos dio con tanto amor. Nuestras familias sufren cuando las golpeamos físicamente, moralmente y espiritualmente. Traemos con nosotros esa semilla que hemos dejado que el enemigo plante en nuestros corazones y con cualquier cosita, opacamos el amor que Dios padre sembró desde antes que naciéramos.
Claro que las circunstancias en las que nos encontramos no nos permiten ver con claridad ese amor pues estamos rodeados de tanta maldad que eso mismo se hace parte de nuestras propias vidas y tanto crece el odio y el rencor que aun que el amor esté allí, nunca lo veremos a no ser que un día dejemos que el cuidador nos dé una limpiadita.
Hemos puesto muchas excusas para lograr nuestros propósitos de ser mejores y de vivir a plenitud la gracia de Dios. Es que pensamos que somos tan pequeños que no es posible para nosotros dar un cambio a nuestras vidas, que la sociedad misma no nos da la oportunidad de un cambio, que estamos siendo controlados por los poderosos y que atados como un perro rabioso a una cadena, no podemos dejar de echar espuma y rabia por la vida.
Todo se nos pinta de un color oscuro y nos dicen que no hay razón ya para vivir y eso es verdaderamente lo que está haciendo esa semilla plantada en el corazón del hombre por el enemigo. Él nos dice: “no se puede, no lo vas a lograr, no tienes fuerzas para seguir adelante, tu marido realmente no te ama, él nunca va a cambiar, tu mujer te engaña y por lo mismo págale con la misa medida, tus hijos son malos y drogadictos, no merecen que los ayudes, tus padres con malvados, mira te violaron, te golpearon y te abandonaron, emborráchate y drógate pues no vale la pena seguir viviendo… etc.” Y nosotros caemos redonditos en toda esa inmundicia y preferimos la muerte y, antes de morir arrasamos con todos lo que se nos pongan en enfrente y no solamente con otro ser humano, sino que también con la misma naturaleza.
Así ha crecido la cizaña en nuestros corazones; ha crecido de generación en generación y solamente aquel que esté dispuesto a un cambio rotundo entonces vera con claridad el campo de su vida y se dará cuenta que si se puede ser mejor en su propia persona, en medio de su familia y con el mundo en el que vive.
Después de ver las noticias, pasaron un programa en el que presentaron a una mujer que nació ciega, sorda, muda y sin olfato; a esta mujer, su madre la abandonó siendo una bebita pues no quería la responsabilidad o quizá no contaba con el apoyo de su marido para sostenerla. Un día una mujer española vino a África, visitó el orfanatorio en donde se encontraba esta niña y se enamoró de ella y la adoptó como su propia hija. Ella la amó y la cuidó aun en contra de todo lo que su sociedad le decía y permaneció firme en el amor que ella de daba constantemente a esa niña. Un día la niña se convirtió en mujer y ahora es estudiante de universidad. Cuando vi este programa y vi lo que está mujer había logrado con al amor de su madre, que siendo discapacitada de ojos, de oídos, de habla, y hasta de nariz, no se detuvo y logró salir adelante y me puse a pensar: “Yo que tengo todos mis sentidos en orden, que puedo ver, no miro más allá de mis propias narices, que puedo oír y solo escucho cosas negativas, que puedo hablar y solo hablo quejabanzas y que puedo oler y solo huelo los malos olores de la vida” Verdaderamente esa mujer me hizo ver que, cuando dejamos que la semilla del amor crezca en el corazón, entonces podemos sembrar en medio de toda la oscuridad del mundo el verdadero amor que mueve, sana y, por ende lo que cosechamos es la vida misma.
Por lo tanto ánimo que si Dios está contigo, quien en contra tuya. Nadie te puede apartar del amor de Dios, solamente tu si dejas que el enemigo siempre cizañe tu corazón. Aprende a amar y a perdonar y por lógica empieza por amarte a ti mismo. Deja el odio y los rencores, los celos y las iras y en cambio déjate inundar de la paciencia, de la armonía y de la ternura porque al final de todo lo único que te quedará es tu alma y ella hermano de mi corazón le pertenece a Dios.
Que la paz y la bendición de Dios te acompañen por siempre.
Dios te bendiga abundantemente
En el amor de Jesús