El tiempo se nos va

Estamos viviendo un tiempo en el que se nos facilita la vida y de muchas maneras se nos invita a olvidarnos del pasado y a vivir un futuro en el mismo presente en el que nos encontramos. Vemos como en la televisión, en el cine o en las revistas, nos dicen por ejemplo, que ya no vivamos en el pasado, que tenemos que tirar aquel carrito viejito que nuestros padres manejaron y con el tiempo nos los dejaron, que eso ya nos es de nuestro tiempo, que hoy día debemos de manejar vehículos que consumen poca gasolina y guiados por energía verde a los que se les llama: “Híbridos,” aunque los pedales se nos traben o que los frenos nos fallen, llevándonos a la muerte. Nos dicen también que para qué nos preocupamos en aprender a cocinar si eso ya es algo que solamente los abuelos hacían. Hoy tenemos comidas rápidas, las cuales simplemente metemos en los hornos de micro-ondas, sin importarnos lo contaminadas que estas están con químicos que hacen que se mantenga “frescas,” haciéndonos más enfermos físicamente día con día. Es por ello que vemos más niños obesos, con enfermedades como la diabetes, las presiones altas y en algunos casos con derrame cerebral como consecuencias de esas comidas que las grandes empresas de alimentos han preparado con veneno para nuestras familias.

¿En dónde se quedaron aquellas noches en las que se cenaban las deliciosas comidas que nuestras madres preparaban con aquellos alimentos frescos del día? ¿En dónde se quedaron aquellos automóviles que nuestros padres y abuelos podían arreglar y cambiar de aceite sin tener que llevarlos con expertos en computadoras?

Esos días hermanos de mi corazón ya no existen y con ellos se han ido también todos aquellos aspectos morales que sostenían a la familia y a la misma sociedad. Creo que hemos sido nosotros mismos los que dejándonos manejar por las codicias humanas, las que nos han hecho perder el sentido común y nos hemos desviado por senderos que aunque parecieran buenos, nunca serán perfectos mientras ellos nos encaminen a la inmoralidad.

Por supuesto que alguien que lee estas líneas podrá decir que entonces por qué estoy escribiendo este blog, usando un medio de comunicación en el que en su mayoría se usa para la perdición. Claro que no todo lo que vivimos en los grandes avances científicos de hoy en día, son malos. Es más me atrevería a afirmar que no lo son, el problema es que nosotros como humanidad los hemos desviado de las riquezas que ellos nos pudieran traer como sociedad y por qué no decirlo como humanidad.

El otro día escuchaba que en una ciudad en el este de los Estados Unidos, los sacerdotes de una parroquia, estaban pensando abrir una ventana en la parte trasera del templo, para con ello facilitar las confesiones a los feligreses que por “falta de tiempo” no pueden asistir a confesarse dentro del mismo y en otra piensan abrir una para que los feligreses que no tienen “tiempo” de asistir a misa, puedan depositar sus ofrendas. Eso es penoso.

Vamos tan rápido en la vida que nos olvidamos de vivir. Como dice aquel viejo refrán: “Trabajamos para vivir o vivimos para trabajar.” Porque nos hemos convertido nuestras vidas en los esclavos del tiempo y del trabajo en todas sus magnitudes. Veamos como existen personas que tienen que trabajar dos o tres turnos pues de lo contrario no pueden sobre vivir con todas sus comodidades, con sus televisiones plasma, sus Ipods, sus teléfonos celulares con tonos soeces, sus autos híbridos, etc.

Un día platicaba con un hermano que me compartía sobre la separación con su esposa con la que había compartido veinte años de vida matrimonial. Él me decía: “Hermano René, cuando me casé, lo hice muy enamorado y deseaba estar con mi esposa a cada segundo de mi vida. Pero cuando me di cuenta de las responsabilidades que un hogar contrae, empecé a trabajar duro para que a mi familia nunca le faltará lo que a mi hizo falta.” “¿Y lo lograste?” Le pregunte. “Hay hermano René,” me respondió y continuo. “Trabaje duro por muchos años, sin darme cuenta que mis hijos crecían, que nunca estuve para sus cumpleaños o eventos especiales en su escuela o sus deportes, que cuando llegaba del trabajo ya estaban dormidos y cuando me iba por la mañana, ellos seguían sin verme…” Hizo una pausa y con un nudo en la garganta continúo. “A mi esposa, a la que amaba con todo mi corazón y a la que le había prometido estar en todo momento con ella, la abandoné en el instante que daba a luz a mis hijos por el maldito trabajo…” Se detuvo un instante y en ese momento aproveche para preguntarle: “¿Por qué dices el maldito trabajo?” “Porque siempre pensé que trabajaba duro para mi familia y verdaderamente nunca conocí a mi familia. Mi esposa al verse sola sin atención pues como trabajaba de día y de noche, no tenía tiempo para ella y vino alguien más a darle la atención que no le preste y me la robó…” “Lo siento mucho,” le dije. “¿Y que de tus hijos?” le pregunte. “Ellos…” Derramó una lagrima de dolor y me dijo: “…se fueron con su madre pues aunque yo los hubiera reclamado, ellos no me conocían”

Esos son los días que vivimos. Días que se nos acortan por el ritmo en el que vivimos. Ya no necesitamos esperar el año 2012 del calendario Maya para el final de los tiempos, estos ya los estamos viviendo a cada momento en el que nos dejamos manipular por lo que la sociedad nos indica, dejándonos manipular como el titiritero manipula a sus marionetas.

Creo que nos hemos alejado tanto del Creador al pensar que la vida la podemos llevar como mejor nos parezca, sin que nadie nos diga ni cero a la izquierda. En otras palabras nos hemos olvidado de de vivir, porque nos hemos alejado del dador de la vida.

La misma libertad que se nos dio, la convertimos en libertinaje y sin sentido hemos transformado lo que se nos dio como don precioso en un mundo sub-real que nos lleva a la perdición en medio de la miseria humana, convirtiéndonos en seres robotizados y programados por el mundo para caminar como mensos ciegos, al borde de la perdición, sin importarnos qué hay un del porque vivir, que existe la verdadera felicidad cuando nos damos cuenta que se puede respirar el aire de la vida misma y que como el famoso Pinocho, podemos romper con los hilos que nos manipulan y que confiando en el Creador, podremos alcanzar la plenitud de la vida.

Pensemos que tenemos alguien más por quien vivir, pero que no podemos dar una vida simplemente material, que aquellos por los que nos desvivimos esperan de nosotros a nosotros mismos y no cuanta comodidad y lujo material podamos tener a nuestro alrededor. Demos una abraso, demos un beso y digamos al oído de nuestra pareja, quien quiera que esta sea, un “te amo,” desde lo más profundo de nuestro corazón. A nuestros hijos si aun los tenemos con nosotros, decirles que se les ama sin importar las notas de la escuela y corregirlos con amor en los momentos en los que se equivocan.

Seamos felices con paz en el corazón aun así nos tronemos los dedos para pagar las deudas; aun así nuestro auto sea la bicicleta que nos lleva a la chamba y nuestros zapatos estén cumpliendo 5 años cubriendo nuestros pies, recordando que al quejarnos que ya ellos tienen hoyo en la suela, hay gente que no tiene pies.

Vivamos la verdadera libertad perdonando desde lo profundo del corazón a todos aquellos que nos hayan ofendido y por qué no decirlo, pidiendo perdón a todos aquellos a los que nosotros ofendimos. Porque en ello hermanos de mi corazón es como construimos ladrillo a ladrillo nuestra morada allá en la vida eterna.

Sé feliz y deja que tu corazón se inunde de ese amor incomparable del todo poderoso en tu vida, porque nadie te brindará el verdadero amor como el amor eterno de Dios. (Jeremías 31: 3)

Bendiciones

René Alvarado

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Creación inteligente o evolución de Darwin

Hace algunos días atrás, veía un documental en la televisión que hablaba sobre lo que se le conoce como “Diseño inteligente”. En este programa, se discutía sobre cómo era que nuestro planeta, su contenido y el universo entero fueron creados por algún ser inteligente, pues, no cabía duda que la vida de todos los seres ya sean estos vivientes o no, eran muy complejos como para haber sido simplemente una mutación o evolución de un ser a otro, según el lugar en donde se encuentren en lo que se conoce como el “Darwinismo”.

Cuando se habla de Darwinismo, se sabe que es la hipótesis sobre la existencia evolutiva y aun siendo solamente una simple hipótesis, los científicos alrededor del mundo la toman como un hecho real.  

Esto por supuesto nos aparta de todo aquello que como humanidad hemos vivido por toda la existencia. Por milenios, hemos dependido de ese ser sobre natural que nos ha guiado en medio de todo aquello que no podíamos comprender. El hombre siempre por su curiosidad natural empezó oso polara descubrir desde los principios de los tiempos, todo lo que había a su alrededor y cuando no comprendía algo o en términos científicos, no encontraban una respuesta lógica entonces se le acreditaba a una deidad, sea este el dios del sol o de la luna.

Esos eran los tiempos simples del hombre. No había que preocuparse por lo que no se podía entender. Todo dependía de ese ser al que se le debía devoción y sacrificios para apaciguar su terror sobre la tierra. Pero al transcurso de los tiempos, el hombre al hacerse más “civilizado”, dispuso de más tiempo para descubrir que la luna no era de queso y entonces se preguntó del por qué no lo era y fue en aquel momento que la vida del hombre se complico.

Siempre buscamos un del por qué de la vida y buscamos tanto que en la misma búsqueda nos quedamos más perdidos que cuando empezamos.

¿Por qué no regresamos a nuestros tiempos en los que la vida era simple? ¿Por qué hoy día no queremos depender de Dios y nos dejamos conducir por lo que el mundo con su taparrabos y la ciencia nos indican, separándonos de la verdadera existencia de ese Ser Superior?

Es que desde el siglo V y el VI se empieza una gran revolución en Europa en la que el hombre empieza a retar a la Iglesia sobre la procedencia del universo. Ella (la ciencia) descubría que el sol no giraba alrededor de la tierra y que la misma tierra no era el centro del universo. Qué aberración tan grande. ¿Cómo es que se atrevía la ciencia a decir que eso era una realidad y no lo que nos habían venido diciendo nuestros abuelos y sobre todo la Iglesia?

Luego a mediados de los 1800, vino un hombre llamado Charles Darwin a decirnos que se fue de viaje por unas islas en el sur de América llamadas Galapos y que en ellas descubrió que realmente la vida en los seres, todos los seres están sometidas a un proceso de cambio en el que van evolucionando de acuerdo al medio ambiente que les rodea. ¡Qué idea tan fenomenal! Eso significaba que al fin el hombre tomaba control de la creación. Que Dios no creo inteligentemente el universo y mucho menos la tierra con todas sus criaturas; que realmente el universo fue creado por una gran explosión a la que llamarón: “el big bang” y que por billones de años esa explosión se expandido a través del vasto espacio del que nadie sabe con certitud cómo es que estaba ahí y fue entonces que el universo fue evolucionando y por lo tanto se empezó a descartar la idea de que un ser superior lo hubiese creado.

Hoy día nos han quitado a ese ser superior en las escuelas y en los centros de gobiernos es un “pecado” hablar de la existencia de Dios. Escuchaba el otro día sobre la nueva moneda de un dólar americano, a la que le quitaron “En Dios confiamos” pues Dios no “existe” en medio de una sociedad que se pierde en su propio excremento. Se han llegado hasta las cortes superiores casos en los que los “grandes científicos” pelean por quitar de nuestras mentes y sobre todo de nuestros corazones lo que ellos llaman una pérdida de tiempo el buscar de Dios cuando a él no lo podemos ver, en cambio nos dicen, la ciencia es algo palpable, a la que podemos agregar o quitar de acuerdo a lo que se va descubriendo en ella.

Es que para la ciencia su santo es: Santo Tomás pues “hasta no ver no creer”, mientras que para el resto de los creyentes es al revés: “Creer sin ver, para obtener” y se busca las maneras de “descubrir” el momento exacto en el que la vida empezó sin creer que alguien lo haya creado.

Los antropólogos buscan ese “eslabón” que les confirme que el hombre se “desenrolló” del mono y que nuestra vida humana, empezó arriba de los árboles. Pero por más que busquen, nunca, lean bien, NUNCA encontrarán lo que no existe.

Si bien es cierto que el hombre ha ido evolucionando con el tiempo, de acuerdo a sus capacidades y su medio ambiente, también es cierto que al ser él mismo, creado por Dios, nunca fue ideal de Dios crearnos sin cabidas de pensamiento propio, dándole la capacidad al hombre de descubrir por él mismo sus dones y carismas con los que afrontaría sus diarias realidades y sin quitar su intelecto racional desde que fue puesto sobre la tierra, por ende su transformación de seres primitivos a seres que sus propias experiencias los llenaron de muchas aptitudes para sobre vivir.

Es triste pensar que esa misma capacidad de pensar por sí mismo, ha llevado al hombre a alejarse de Dios, a quitarle el crédito a ese Ser que con su gran poder y majestad se tomó el tiempo e inteligentemente creo el universo, la tierra y todo lo que existe sobre ella y aunque dentro de todo el universo existen otras galaxias y quien quita exista vida en alguno de sus planetas, debemos de reconocer que las condiciones que tenemos aquí en la tierra son únicas para soportar vida como la conocemos y que no fue pura casualidad o cosas del destino o consecuencias de una gran explosión que estemos en el lugar correcto, es que alguien nos puso aquí; alguien tuvo que haber creado para poder existir. Le pregunto a los grandes científicos que nos den una clara explicación sobre esa gran masa que estuvo sin explotar por miles de millones de años: ¿Qué era? ¿Qué tan grande era para crear lo que hoy conocemos? ¿De dónde vino y cómo fue creada y por quién? Porque alguien tuvo que haberla creado. No pudo solamente haber estado allí como una gran bola de roca, sin motivo y sin vida.

Hoy día la Iglesia nos enseña que ella va de la mano con la ciencia y que los descubrimientos que el hombre ha hecho, van reflejando los acontecimientos de los tiempos en los que vivimos y que ella (la ciencia) complementa lo que la Iglesia a dicho por siglos: “En el principio, cuando Dios creó los cielos y la tierra, todo era confusión y no había nada en la tierra”. Gen 1: 1-2. Allí está el “big bang” de la ciencia y, claro comprendemos hoy día que la tierra y el universo no fueron creados en 6 días, pero entendemos que fue diseñada y creada por ese ser Superior a quien nos cuesta entender porque no le podemos encontrar lógica a lo que no podemos ver.

Por supuesto que vamos evolucionando, de lo contrario qué sentido tendría la vida y lo seguiremos haciendo hasta el momento en el que termine nuestro existir, pues todo tiene su tiempo. Hoy debemos de regresar a nuestras raíces y no hablo de nuestras culturas o costumbres, más bien, hablo sobre del regreso a las bases de nuestros orígenes, que retornemos a nuestro Creador Inteligente y que en vez de quitarnos a Dios de nuestras vidas, lo hagamos parte de la misma evolución pues la vida sin fe no tiene sentido, porque ella es la que alimenta lo que llevamos por dentro, ella es lo que nos permite seguir adelante con nuestro diario vivir, soportándonos, en la que nos apoyamos en los momentos más difíciles en los cuales sentimos que nada se puede hacer. ¿Cuántos, que en los peores momentos de sus vidas, encuentran consuelo a través de una simple oración? ¿Cuánta gente, después de que la ciencia les dijo que su enfermedad era terminal y que no había nada que la medicina pudiera hacer, por una oración sus vidas se recuperaron?

Eso es lo que nos falta hoy. El hombre debe darse cuenta que la vida no tiene sentido, por más que le busquemos y por más que le queramos tapar el sol con el dedo, démonos cuenta que el sol es mucho más grande que nuestro dedo y que por todo el tiempo que le demos respuestas racionales a lo que no podemos entender, siempre viviremos de des armonía, con codicias, envidias y rencores porque simplemente la ciencia no nos da y nunca nos brindará lo que únicamente Dios nos puede brindar y eso es su bendito amor que puede vencer en cualquier momento, a tiempo y destiempo.

Es solamente por medio de su amor y la fe que profesamos en él, como verdaderamente nos encontraremos con respuestas lógicas a todo aquello que no le encontramos sentido. Inclusive la misma ciencia en su rama de Psicología, nos dice que muchas de nuestras enfermedades emocionales se deben a nuestras faltas de sanidad interior, que cuando no queremos perdonar o pedir perdón, nuestro sistema físico, empieza a deteriorarse hasta el momento en el que ya no se puede hacer nada y ni siquiera las pastillas antidepresivas que la ciencia ha creado en reemplazo de Dios, pueden dar solución a lo que nos aqueja, cuando lo que necesitamos es simplemente reconocer que si no amamos, nos perdemos en el abismo de la muerte física o/y espiritual.

Hasta que el hombre no descubra que todo proviene de un ser inteligente y creativo y que nos rindamos a él, es entonces como comprenderemos de dónde venimos y hacia dónde vamos. Lo chistoso de todo es que, todo aquello que parece ilógico, tiene mucha lógica en la creación inteligente de Dios, ya qué él es en nuestro pensamiento humano un ser sin coherencia y sin sentido especialmente para aquellos que buscan un sentido material a lo que es espiritual y si no lo veo entonces no existe.

Siento mucho deshacer sus teorías racionales, pues Dios existe en lo que vemos a nuestro alrededor, en los niños hambrientos, en los ancianos abandonados, en los presos, en los desamparados, en los perseguidos y discriminados y aun así nos atrevemos a decir que no existe. Para los científicos, eso es como darle validez a lo que vienen diciendo: “¿En dónde está su Dios cuando hay mucha miseria en el mundo? Que nos digan ellos cómo la ciencia les da de comer o vestir sin pedir nada a cambio, sin dejar que el rico se haga más rico a costillas de los pobres, o qué solo el rico es de Dios porque lo tiene todo. Es ahí en donde choca la ciencia con el diseño inteligente. Cuando su creación fue dada para que nosotros mismo en nuestra “evolución” fuéramos descubriendo que todos somos creados de la misma fuente y que por lo tanto debemos reconocer que debemos de buscarnos y apoyarnos unos a otros pues si de Dios venimos, entonces debemos de amarnos como él nos ama, con inteligencia y sabiduría, demostrando que si Dios nos dio inteligencia y libertad de pensamiento, entonces hay que poner la ciencia al servicio de los más necesitados.

Sí, dejémonos educar sobre los nuevos descubrimientos y los más profundos avances científicos, pero por el amor de Dios, dejemos que él nos acompañe y que juntos como nos dice la Iglesia alcancemos los más grandes avances para el bienestar de la humanidad, hasta su venida maravillosa.

René Alvarado

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