Aunque todo parece mal…

Queridos hermanos de mi corazón: Que el amor y la paz de Cristo Jesús nuestro único y verdadero Señor y Salvador esté siempre con ustedes y que nuestra Madre María, los cubra con su manto santo, todos los días de sus vidas.

Hoy veía las noticias por la televisión y conforme pasaban, me daba cuenta una vez más que ya todo parece perdido, que este mundo está tan mal que la venida del Señor está próxima. Claro esto es solamente un pensamiento humano, deseoso de que el Señor esté ya aquí en medio del pueblo de creyentes que confiaron hasta el final en sus promesas de amor y misericordia.1domin

Nosotros los humanos hemos dado cabida a la destrucción de todo lo precioso que Dios nos dio como herencia para vivir, los bosques, los ríos, los mares y toda naturaleza en general. Él nos lo dio para que disfrutáramos de todos los aspectos que ella tenía para nosotros y en cambio hemos tomado ese regalo de Dios para convertirnos en seres peores que animales y digo peores no menos preciando a la creación de Dios, pero en el sentido de que esos animales sin razonamiento reconocen a plenitud su estancia en esta tierra, mientras que nosotros aun con razonamiento, la hemos convertido en un mundo de basura y todo para satisfacer nuestros egos y deseos de poder, aplastando a todo cuanto se nos ponen en el camino.

Parece que no hay una posible solución a todo esto. En los periódicos leemos todo tipo de desgracia que ciertamente nos pone a reflexionar sobre si hay posibilidad que el hombre mismo pueda salvarse de lo que le viene encima. El evangelio según San Mateo en el capítulo 13 y versos 24 al 30 nos cuenta la parábola del sembrador que sembró buena semilla y el enemigo vino y le sembró semilla mala. Dice la Escritura: “Cuando crecieron las plantas y empezaba a formar la espiga, apareció también la cizaña” Esto es exactamente lo que ha sucedido en el mundo, Dios ha sembrado en el hombre la capacidad para amarle, para amar a su prójimo y para amarse a sí mismo; pero qué ha pasado, que el hombre mismo se ha dejado sembrar en su corazón, odios rencores, envidias, celos, iras, vanaglorias y ha dejado que esto vaya opacando la semilla buena en nuestro corazones.

Esto tiene implicaciones directas con lo que hacemos con el mundo. Todo aquello perfecto que Dios nos dio lo hemos tirado por un tubo y en su lugar hemos convertido las maravillas del Creador en un mundo lleno de basura.

Ahora que todo esto no se queda solamente en eso, más bien, como no todos tenemos “poder” económico para destruir el medio ambiente, entonces arremetemos en contra de nuestras propias familias, destruyendo con nuestras acciones todo aquello maravilloso que Dios nos dio con tanto amor. Nuestras familias sufren cuando las golpeamos físicamente, moralmente y espiritualmente. Traemos con nosotros esa semilla que hemos dejado que el enemigo plante en nuestros corazones y con cualquier cosita, opacamos el amor que Dios padre sembró desde antes que naciéramos.

Claro que las circunstancias en las que nos encontramos no nos permiten ver con claridad ese amor pues estamos rodeados de tanta maldad que eso mismo se hace parte de nuestras propias vidas y tanto crece el odio y el rencor que aun que el amor esté allí, nunca lo veremos a no ser que un día dejemos que el cuidador nos dé una limpiadita.

Hemos puesto muchas excusas para lograr nuestros propósitos de ser mejores y de vivir a plenitud la gracia de Dios. Es que pensamos que somos tan pequeños que no es posible para nosotros dar un cambio a nuestras vidas, que la sociedad misma no nos da la oportunidad de un cambio, que estamos siendo controlados por los poderosos y que atados como un perro rabioso a una cadena, no podemos dejar de echar espuma y rabia por la vida.

Todo se nos pinta de un color oscuro y nos dicen que no hay razón ya para vivir y eso es verdaderamente lo que está haciendo esa semilla plantada en el corazón del hombre por el enemigo. Él nos dice: “no se puede, no lo vas a lograr, no tienes fuerzas para seguir adelante, tu marido realmente no te ama, él nunca va a cambiar, tu mujer te engaña y por lo mismo págale con la misa medida, tus hijos son malos y drogadictos, no merecen que los ayudes, tus padres con malvados, mira te violaron, te golpearon y te abandonaron, emborráchate y drógate pues no vale la pena seguir viviendo… etc.” Y nosotros caemos redonditos en toda esa inmundicia y preferimos la muerte y, antes de morir arrasamos con todos lo que se nos pongan en enfrente y no solamente con otro ser humano, sino que también con la misma naturaleza.

Así ha crecido la cizaña en nuestros corazones; ha crecido de generación en generación y solamente aquel que esté dispuesto a un cambio rotundo entonces vera con claridad el campo de su vida y se dará cuenta que si se puede ser mejor en su propia persona, en medio de su familia y con el mundo en el que vive.

Después de ver las noticias, pasaron un programa en el que presentaron a una mujer que nació ciega, sorda, muda y sin olfato; a esta mujer, su madre la abandonó siendo una bebita pues no quería la responsabilidad o quizá no contaba con el apoyo de su marido para sostenerla. Un día una mujer española vino a África, visitó el orfanatorio en donde se encontraba esta niña y se enamoró de ella y la adoptó como su propia hija. Ella la amó y la cuidó aun en contra de todo lo que su sociedad le decía y permaneció firme en el amor que ella de daba constantemente a esa niña. Un día la niña se convirtió en mujer y ahora es estudiante de universidad. Cuando vi este programa y vi lo que está mujer había logrado con al amor de su madre, que siendo discapacitada de ojos, de oídos, de habla, y hasta de nariz, no se detuvo y logró salir adelante y me puse a pensar: “Yo que tengo todos mis sentidos en orden, que puedo ver, no miro más allá de mis propias narices, que puedo oír y solo escucho cosas negativas, que puedo hablar y solo hablo quejabanzas y que puedo oler y solo huelo los malos olores de la vida” Verdaderamente esa mujer me hizo ver que, cuando dejamos que la semilla del amor crezca en el corazón, entonces podemos sembrar en medio de toda la oscuridad del mundo el verdadero amor que mueve, sana y, por ende lo que cosechamos es la vida misma.

Por lo tanto ánimo que si Dios está contigo, quien en contra tuya. Nadie te puede apartar del amor de Dios, solamente tu si dejas que el enemigo siempre cizañe tu corazón. Aprende a amar y a perdonar y por lógica empieza por amarte a ti mismo. Deja el odio y los rencores, los celos y las iras y en cambio déjate inundar de la paciencia, de la armonía y de la ternura porque al final de todo lo único que te quedará es tu alma y ella hermano de mi corazón le pertenece a Dios.

Que la paz y la bendición de Dios te acompañen por siempre.

Dios te bendiga abundantemente

En el amor de Jesús

René Alvarado

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Cristo resucitó

Queridos hermanos de mi corazón. Que la paz y el amor de Cristo Jesús y el de nuestra madre María los acompañe siempre.

Cantemos llenos de júbilo, ¡Cristo nuestro Señor ha resucitado!

Esa es la alegría que cada uno de nosotros de vemos de estar experimentando en este momento en el que sabemos que todas nuestras cargas han quedado en el pasado, clavadas en la Cruz del Calvario y empezamos una nueva vida llena de esperanza para nuestras vidas.

Yo sé bien que alguien me dirá por ahí que eso de que nuestras cargas se han quedado en el pasado, no es cierto pues, sus vidas siguen igual, sin ilusión, sin esperanza que todo lo ven oscuro sin la famosa luz al final del túnel. El problema siempre ha sido que muchos de nosotros hemos vivido la Cuaresma sin sentido, más bien creo, que la vivimos hasta amargados y esa misma se acarrea aun en la misma resurrección.clip_image002

No debemos de permitir al enemigo que tome control de nuestras vidas. Debemos de creer con todo el corazón que en la resurrección de Cristo, nuestras propias vidas han resucitado con él, y como dice San Pablo: “¿No saben que todos nosotros, al ser bautizados en Cristo Jesús, hemos sido sumergidos en su muerte? Por este bautismo en su muerte fuimos sepultados con Cristo, y así como Cristo fue resucitado de entre los muertos por la Gloria del Padre, así también nosotros empezamos una vida nueva.” Rom 6: 3

Entonces debemos de aprender a percibir la vida de una manera totalmente diferente y no dejarnos influenciar por lo que acontece en nuestras vidas. Las cosas de la vida son pasajeras, nada es eterno; no nos esforcemos por alcanzar todo aquello que por más que queramos nunca nos lo llevaremos con nosotros.

Si han sido resucitados con Cristo, busquen las cosas de arriba, donde Cristo está sentado a la derecha de Dios. Preocúpense por las cosas de arriba, no por las de la tierra. Pues han muerto, y su vida está ahora escondida con Cristo en Dios. Cuando se manifieste el que es nuestra vida, también ustedes se verán con él en la gloria.” Col 3: 1-4

La vida terrenal no es nada más que un segundo en el tiempo de Dios y por ende hay que vivirla al compás de la voluntad del Señor, quien de día y de noche trabaja por darnos la felicidad y de llenar ese vacío que mantenemos en el corazón.

Creo que lo que ha pasado es que hemos perdido la fe, es decir ya no creemos que Dios en su plan perfecto de amor nos ha salvado de la muerte a que todo ser viviente le sobre viene y, no hablemos de la muerte física como tal, pues bien claro es que todos vamos a estirar el tenis un día. Más bien, hablemos de la muerte que es aun más profunda, la espiritual a la que muchos estamos expuestos por las circunstancias de la vida. Dios ha querido desde el principio de la humanidad, salvarnos de esa muerte y por milenios el hombre no ha querido pues para él (el hombre), el dejarse guiar por la mano de Dios es ir en contra de los deseos carnales. Ya bien lo decía Jesús a sus apóstoles allá en el Huerto de Getsemaní: “…el espíritu es animoso, pero la carne es débil.” Mc 14: 38

En eso se han convertido nuestras vidas, en puros deseos he intenciones carnales y con ello, nos exponemos a morir espiritualmente y cuando nos vemos en aprietos, es entonces que el culpable de nuestras decisiones erróneas es Dios. Esa es nuestra naturaleza y aunque Dios nos creo con espíritu, desde los principios le hemos dado rienda suelta a la carne.

No podemos darnos el lujo de perder la fe, pues en el momento en el que lo hagamos, entonces lo que continúa es la esperanza y si está se muere, ¿qué más nos queda? ¡Nada!

No desperdiciemos nuestras vidas en cosas que no tienen sentido, no nos aferremos a las cosas materiales, ni a la vida (sea está la mujer, el marido o la amante), no nos enfoquemos en los problemas que tenemos, más bien enfoquémonos en las soluciones para esos problemas. Recordemos que tanto la vida como el globo terráqueo continúan su marcha y por más que lo queramos detener nunca lo lograremos, más bien, nos saldrán canas y arrugas, la piel debajo de los brazos se desprenderá y aun así los días no se detendrán.

Por eso es que debemos de vivir siempre felices, pues la felicidad aniquila a la tristeza y le da sentido a nuestro dolor y sufrimiento. Y claro podemos decir que eso se dice fácil, pero lo difícil es realizarlo pues somos humanos con sus debilidades es cierto, pero aunque no lo creamos contamos con las fuerzas de Dios si así lo deseamos.

Muchos se enfocan en el dolor como algo que daña o mata y la misma experiencia de ese dolor les hace alejarse y apartarse de lo que son a los ojos de Dios. Recordemos, somos creación de Dios; él nos creo con sus benditas manos y nos dio su aliento divino entonces hay algo de él en nosotros: hay vida y mientras haya vida, siempre existirá una esperanza. Pero para llegar a esa esperanza, hay que vivir el momento en fe, creyendo que él estará siempre ahí con nosotros y aunque el mismo dolor o sufrimiento nos encamine a la muerte corporal, bien es sabido que de esa muerte viene la vida espiritual eterna. “…y ahora no vivo yo, es Cristo quien vive en mí. Lo que vivo en mi carne, lo vivo con la fe: ahí tengo al Hijo de Dios que me amó y se entregó por mí.” Gal 2: 20

¡Gloria a Dios! Que manifestación tan grande tuvo Jesús al dar su vida en la Cruz del Calvario por la salvación de nuestros pecados, la sanación de nuestras heridas y sobre todo, como Dios en su grandeza arranca de las garras de la muerte a su Hijo Jesucristo para con ello darnos vida eterna.

Eso es lo maravilloso del Buen Padre, que aunque el hombre se ha apartado de él, él nunca se apartó del hombre y hoy está en espera de que sus hijos se arrimen a él como la gallina junta a sus polluelos debajo de sus alas (Mt 23: 37. Lc 13: 34)

Seamos felices en medio de todo aquello que nos aturde. Jesús que vivió el momento, no se dejó intimidar por las circunstancias que le rodeaban, al contrario tomo ventaja de ellas para glorificar su nombre y al final en su resurrección ser elevado al Cielo al lado del Padre que espera con los brazos abiertos a que cada uno de nosotros vengamos a él y nos dejemos conducir por él.

Hoy te invito a que no pierdas tu fe, a que siempre mantengas viva tu esperanza y que cuando sientas que la vela de tu vida se hace pequeña, has de saber que su luz nunca dejará de brillar si está prendida con la luz de Cristo.

Gal 5,4

Gal 2,20

1Tes 4,17

1Pe 1,7

1Jn 3,2

René Alvarado

Pan de Vida, Inc.

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Cuaresma parte 2

Queridos hermanos de mi corazón. Que la paz y el amor de Cristo Jesús y el de nuestra madre María los acompañe siempre.

En las lecturas que hemos escuchado en la Santa Liturgia, se nos ha hablado sobre lo mucho que Dios quiere salvarnos de todos nuestros pecados, siempre y cuando nosotros estemos arrepentidos y deseosos de empezar una vida nueva en el Señor.

Veamos por ejemplo en la lectura de Ezequiel 37, en donde Dios nos habla directo al corazón y nos muestra cómo es que nuestras vidas alejadas de él se convierten en un simple valle de huesos y estos secos. “La mano de Yavé se posó sobre mí. Yavé me hizo salir por medio de su espíritu. Me depositó en medio de un valle, que estaba lleno de huesos humanos.” Ez 37: 1 Veamos como el profeta dejándose conducir por la mano de Dios, supo darse cuenta del estado de la vida del hombre cuando se separa del amor de Dios. En ese tiempo el pueblo judío, retornaba a su tierra después de haber vivido en el exilio por varios años y a su retorno, empezaban una nueva vida en la que por momentos se olvidaban de todo aquello que Dios les había hablado con promesa durante su cautiverio.

Eso es precisamente lo que vivimos hoy día. Hoy nos olvidamos de cuanto Dios ha dicho a nuestros corazones y, eso nos ha enviado a vivir un exilio en nuestra vida espiritual. Aunque se nos habla y se nos dice lo mucho que Dios nos ama y como quiere apartarnos de la muerte del pecado, aun así nosotros insistimos en alejarnos de él.

Nuestras vidas se han convertido en esos valles llenos de huesos, porque así tenemos el alma, seca, al no querer beber de aquel manantial de agua viva. ¿Por qué el hombre tiene la tendencia de apartarse del verdadero amor? Creo con toda seguridad que es porque su corazón está lleno de todo aquello que el mundo le ha puesto y la razón de ello es, porque ha vivido por tanto tiempo en el exilio, es decir alejado de la gracia de aquel que le ha brindado vida.

Por eso es que Dios al llevar a Ezequiel por ese valle le pregunta: “¿Hijo de hombre, podrán revivir estos huesos?,” a lo que en su humanidad, el profeta bien pudiese haber respondido con lógica: “Claro, si tú tienes todo el poder.” Pero no fue así, pues eso sería manipular los deseos de Dios en nuestras vidas. Por supuesto que Dios tiene poder y con solamente decir una palabra se pone por hecho su obrar. Dios siempre está deseoso en que nosotros confiemos en él, de acuerdo a su plan perfecto y en el tiempo que él tenga predispuesto para levantarnos de aquel lugar en donde nos encontramos tirados.

Ezequiel respondió: “Yavé, tú lo sabes.” No porque no tuviera fe en que se realizaría, más bien, su respuesta fue para que el poder total de Dios se hiciera en medio de aquel pueblo que no comprendía lo mucho que Dios le amaba. En nuestras vidas debemos comprender ese mismo punto y clip_image001darnos cuenta que su voluntad no se realiza en nuestro tiempo y a nuestro comando. Esto hermanos de mi corazón, nunca va a trabajar así. Dios tiene un plan para nosotros permitiendo que en nuestras vidas atravesemos por desiertos, por incertidumbre, por instantes en los que nos sentimos solos y que nadie nos comprenda, no porque él sea malo o porque no le interesemos, más bien, para que su gloria sea realizada en cada una de nuestras vidas. Es por ello que siempre tenemos que tener en cuenta que en los peores momentos de nuestras vidas, nuestro buen Dios está a nuestro lado.

Cuando dejamos que la voluntad de Dios se realice, entonces nos damos cuenta el maravilloso sentido que tiene ese momento en el que atravesamos. Dios en su amor, quiere que tengamos vida, pero para llegar a esa misma, hay que vivir un proceso al cual no muchos de nosotros estamos deseosos de pasar. Cuando uno come una fruta, usualmente y dependiendo por supuesto de la que nos comemos, nos queda la semilla. Esta semilla, en nuestras manos no tiene vida, ni muerte, pero cuando la depositamos en la tierra, la misma muere y al cabo de un tiempo empieza a brotar de ella una nueva vida, la cual producirá nuevamente frutos. Es decir, eso mismo sucede con nosotros. Somos simplemente una semilla que en manos de Dios debemos morir a todo aquello que no nos deja vivir en paz, dejando atrás todo nuestro pasado, cuando fuimos consumidos por los deseos de la carne, quedando simplemente un una semilla que debe de ser enterrada, para que vuelva a dar vida.

Dios le dice al profeta que clame a los cuatro vientos y que en su clamor pida que el Espíritu se derrame para que aquellos huesos que han surgido del proceso de restauración, tengan vida. “¡Profetiza, hijo de hombre, llama al Espíritu! Dirás al Espíritu: Esto dice Yavé: ¡Espíritu, ven desde los cuatro vientos, sopla sobre estos muertos para que vivan! Profeticé según la orden que había recibido y el espíritu entró en ellos; recuperaron la vida se levantaron sobre sus pies: era una multitud grande, inmensa.

Dios quiere darnos vida, pero la vida viene cuando morimos al pecado, cuando dejamos que él nos restablezca de esa muerte, dando sobriedad y estructura a una nueva creatura formada con la promesa de una vida eterna. “Voy a abrir las tumbas de ustedes, oh pueblo mío, haré que se levanten de sus tumbas y los traeré de vuelta a la tierra de Israel. Entonces, cuando haya abierto sus tumbas y los haya hecho levantarse, sabrán que yo soy Yavé. Pondré en ustedes mi Espíritu y vivirán; los estableceré en su tierra y sabrán que yo, Yavé, lo dije y lo hice, palabra de Yavé.

Bendito sea Dios por todo el amor y sobre todo por la paciencia que nos tiene. Aun así nos alejemos de él, aun así el pecado se convierta en nuestra condenación, aun así seamos renuentes y no queramos escuchar su voz, él siempre está allí esperándonos, tocando a la puerta de nuestro corazón para que lo dejemos entrar y en nuestro interior nuestras tumbas sean abiertas y podamos dejar que su Espíritu de amor nos restablezca para una vida eterna.

¿Qué es lo que nos impide ser restablecidos? Miremos a nuestro alrededor y veamos el valle en el que nos encontramos hoy día. Si nuestro valle está lleno de huesos secos, es quizá porque no hemos permitido que Dios venga a nuestra vida y nos levante con una nueva actitud hacia lo que experimentamos en el presente. Hay que recordar que si bien es cierto en la vida hemos sufrido y algunos de nosotros por más que hemos pedido por nuestras necesidades, no vemos respuesta de Dios, él está ahí sosteniendo y esperando el momento en el que más que supliquemos por la solución de lo que vivimos, le demos gloria porque en medio de todo ese sufrimiento su mano se manifestará con poder en el tiempo en el que él tenga predestinado.

Hoy digamos con todo el corazón: “Confiaré en ti en mis momentos de debilidad, pues tú, Yahvé de los ejércitos eres mi protector y en medio de todas mis angustias tu me guardarás.” No seamos de los que solamente en los momentos de alegría y euforia lanzamos canticos de alabanza al Señor. Hay que alabarle es cierto, pero la alabanza debe de darse desde lo más profundo de nuestro dolor porque al final de cuentas a Dios le encantan las alabanzas y no las quejabanzas (Sal 42: 12). Es que Dios conoce lo que nos aflige desde antes que se lo pidamos (Mt 6: 8). ¿Por qué entonces la desconfianza? Cuando creamos que todo se ha acabado y nos sintamos derrotados y nos sintamos claudicar, debemos de recordar que ahí está aquel que quiere brindarnos vida.

Te invito pues a que no te desanimes, que sigas adelante, que confíes en Dios en su amor y aunque sea muy densa tu oscuridad, o se te haga difícil continuar, debes abrir tu corazón y confiar en él y deja que sea él quien en su amor te acompañe y te muestre el camino que te llevará a la vida eterna.

René Alvarado

Pan de Vida, Inc.

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Cuaresma parte 1

Queridos hermanos de mi corazón. Que la paz y el amor de Cristo Jesús y el de nuestra madre María los acompañe siempre.

Empezamos nuevamente el ciclo de Cuaresma en nuestro calendario litúrgico y con él, todos nuestros sentimientos de arrepentimiento y purificación para nuestras vidas.

Con el miércoles de ceniza nos dimos cuenta como las grandes masas de gente se amontonaban para recibir la misma sobre sus frentes. Unos venían con plena fe y devoción, mientras que otros la recibían solamente como un tipo de marca para apartarlos de la mala suerte y sin convicción y conocimiento del verdadero significado de la ceniza sobre nuestra cabeza.

La realidad es que la ceniza siempre se utilizó como signo de de arrepentimiento y humillación ante la presencia maravillosa de Dios, pero con el tiempo se convirtió en un amuleto que intercambiaba revolcarse en la misma por un favor de Dios en sus vidas.

Cuando las cosas les iban bien, la ceniza no se hacía parte de sus vidas, pero cuando la soga les apretaba el cuello, estaban siempre atentos a tirarse sobre ella para que todo mejorara. En el Libro de Isaías en el capítulo 58 del verso 1 en adelante, Dios habla y declara como era que aquel pueblo se vivía quejando constantemente del por qué de la vida, sin confiar plenamente en él, quien tiene poder para resolver nuestros conflictos. Ellos siempre trataban de ayunar y de ponerse sacos y revolcarse en ceniza en disqué sacrificio para agradar a Yahvé, pero que sus acciones demostraban lo contrario. (Is 58: 1-4)

Pienso que eso mismo estamos haciendo hoy día, las mismas rutinas que el pueblo de Israel hacía cientos de años atrás. Es que nuestra mentalidad humana que por cierto es tan limitada, no nos deja comprender que a Dios no le podemos dar trato de negociante, que nunca podremos manipularlo a nuestro antojo sin importar cuán religiosos seamos o cuanta ceniza nos pongamos o nos revolquemos en la misma.

No hermanos de mi corazón, a Dios nunca lo podremos engañar con nuestros recursos puritanos, cuando no existe sinceridad en nuestros corazones, cuando no respetamos a nuestro prójimo, cuando no respetamos la vida y acosamos a los más débiles, torturándoles hasta la misma muerte y claro no hablamos solamente de la muerte física, sino que también de la misma muerte interior que causamos con nuestras acciones.

Ya bien lo decía Isaías en el mismo capítulo ahora en el verso 4: “Porque en los días de ayuno ustedes se dedican a sus negocios y obligan a trabajar a sus obreros. Ustedes ayunan entre peleas y contiendas, y golpean con maldad. No es con esta clase de ayunos que lograrán que se escuchen sus voces allá arriba.” ¿Cómo es que pretendemos vivir un tiempo litúrgico de arrepentimiento, cuando solamente lo vivimos como una simple fecha más dentro del calendario? Si nuestras vidas no cambian verdaderamente, si nuestras vidas no dan un vuelco complete de 360°, nunca podremos vivir a plenitud el verdadero significado de la Cuaresma.

En nuestros propios hogares perseguimos y somos perseguidos por actos de violencia doméstica que van aniquilando las vidas de toda la familia, que es la base de la sociedad. Es por ello que el mundo está como está, por el sencillo hecho que simplemente no vemos o mejor dicho no queremos ver el dolor que causamos a todos aquellos que comparte nuestro existir.

Cuando nos comportamos de esa manera en el hogar, nuestras familias se desintegran y como el cáncer se riega por el cuerpo, de la misma manera nuestras actitudes se riegan por el Cuerpo místico de Cristo. Aun así pretendemos venir cada año el Miércoles de ceniza a marcarnos con una cruz que no tiene valor ni sentido, cuando nuestro interior está podrido con todas aquellas cosas que botan por un lado la bondad de Dios misericordioso, así como se botan los desperdicios en el basurero.

No olvidemos que Yahvé es un Dios de poder y no hablamos de un poder humano como el nuestro, que manipula, que abusa y hiere, cuando lo utilizamos para dañar a otros. ¡No hablamos de ese tipo de poder! Hablamos del poder que aunque puede transformar vidas, no lo puede ejecutar sobre aquellos que no lo quieran. Como nos dice Jeremías 32: 17: “Ah, Señor Yahvé, tú has hecho los cielos y la tierra con tu inmenso poder y con la fuerza de tu brazo. ¡Para ti nada es imposible!” Nosotros le podemos agregar la excepción siguiente: “¡Excepto dejar de amarnos!”

Dios busca con su amor que nuestras vidas cambien y trata por todos los medios de que nosotros veamos cuán grande es su amor sobre nuestras vidas, pero, no lo vemos así; todo el tiempo vivimos en quejabanzas y perdemos el tiempo en religiosidades sin sentido cuando rechazamos su verdadero amor en lo más profundo de nuestro interior.

Se hacen promesas de ayunos tontos sin sentido, previniéndonos de comer dulces, de no comer carnes rojas los viernes, de no ver televisión, de no ver a la amante durante dos semanas o cualquier otro tipo de “sacrificios” que no conducen al verdadero amor. Lo que Dios quiere que sacrifiquemos es nuestras vidas, que la ceniza sobre nuestras frentes sea la clara realidad de un arrepentimiento puro, que se demuestre con acciones, perdonando a los que nos han dañado y sobre todo pidiendo perdón a todos aquellos que nosotros mismos hemos ofendido.

No vengamos a untarnos de ceniza, no vengamos a mostrar un rostro desfigurado porque estamos ayunando, no vengamos ante su presencia con hipocresías, demostrando ante el mundo que somos todos unos santos (los enmascarados de plata), cuando sabemos que Dios está viendo nuestro interior. Eso es lo maravilloso de Yahvé, él lo conoce todo, cuando estamos despiertos, cuando estamos durmiendo, cuando obramos bien y cuando obramos mal y aunque pensamos que nadie nos ve, Dios nos ve.

Dios ha estado con nosotros todo nuestro existir, desde que fuimos engendrados en el vientre de nuestras madres, él ha estado ahí presente, y, ha querido que nosotros lo experimentemos a nuestro lado, pero por las mismas circunstancias de la vida, su presencia se ha apartado y en su lugar le hemos puesto nuestros rencores y odios, nuestras penas y aflicciones, nuestras enfermedades y debilidades y pensamos que con el simple hecho de ayunar comerciando con él a cambio de una mejor vida, es como saldremos de todo aquello que nos aqueja. Como nos dice Isaías 58: 5: “¿Acaso se trata nada más que de doblar la cabeza como un junco o de acostarse sobre sacos y ceniza? ¿A eso llamas ayuno y día agradable a Yahvé?”

¡Qué tremendo! ¿Cómo es que Dios aun así nosotros lo alejemos de nuestras vidas, él siempre regresa y trata por todos los medios de juntarnos como la gallina junta a sus polluelos bajo sus alas? (Mt 23: 37)

Su misma Palabra nos dice por medio del Evangelio de San Juan en el 3: 16: “¡Así ama Dios al mundo! Le dio al Hijo Único, para que quien cree en él no se pierda, sino que tenga vida eterna.” Es que hemos sido llamados a esa vida eterna por el poder de su amor. Démonos cuenta que el simple vivir como rutina, se hace monótono, nos hace vulnerables ante situaciones adversas, mismas que nos hacen buscar externamente lo que Dios mismo ha tratado de dar desde que tenemos vida.

Por otro lado debemos de entender que la misma vida nos lleva por los que llamamos desiertos, los que atravesamos sedientos y que en medio de caminar por los mismos, se nos hiero por los golpes de la vida. Hay tentaciones que nos asechan día con día en medio del sol radiante que quema nuestro espíritu y no nos deja seguir. Sentimos hambre y sed de justicia, especialmente cuando somos golpeados y humillados, cuando somos perseguidos y algunas veces ejecutados sin causa alguna más que el simple hecho de ser quienes somos.

Buscamos siempre una salida a ese desierto de la vida; todo el tiempo buscamos caminos o senderos que nos lleven a ese oasis, y por más que busquemos, al final de cuentas los mismos nos llevan a morir sin esperanza, desgastados por el largo caminar, y, en ocasiones, en medio del mismo desierto, sucumbimos ante la muerte que nos asecha constantemente, cuando no confiamos en aquel que experimentó en Carne propia lo que el hombre atraviesa por sus mismas debilidades.

Es fácil encontrar salidas o pretextos a lo que nos acontece. Veamos como ejemplo a las mujeres que son humilladas por maridos que sin escrúpulos, llevados por la máscara de un machismo desorientado que encubre sus propias debilidades, golpean y rebajan a basura a sus esposas y a sus hijos y aun así estas mujeres cuando se les recomienda que sería mejor dejar a esos maridos, siempre dicen que no los dejan por sus hijos, porque qué van ellos a hacer sin su padre. Prefieren seguir sufriendo y se acercan a Dios para consuelo, sin hacer nada de su parte para solucionar su situación y cuando Dios no les responde, buscan al brujo o al hechicero para que les haga un trabajo a sus maridos. ¡Qué ridículo!

Nos damos cuenta ahora como es que la ceniza por sí misma no puede hacer nada, sin que nosotros nos pongamos en acción. Tenemos que fundir ambas cosas. Como nos dice aquel refrán popular: “A Dios pidiendo, pero con el marro dando.”

Jesús que vivió su propio desierto, logró vencer las tentaciones que el enemigo le ponía en frente, porque él confió en Dios en todo momento. No se dejo amedrentar en medio de su propio sufrimiento o del hambre que sentía pues siempre creyó en que su Padre nunca le dejaría morir hasta llegar su hora.

Cristo siempre respondió confiando y al final nos dice la Escritura: “Entonces lo dejó el diablo y se acercaron los ángeles a servirle,” Mt 4: 11, Ven, Jesús tuvo acción, y eso lo llevo a sobre llevar todo lo que le aquejaba en esos momentos. A lo mismo estamos llamados cada uno de nosotros, a confiar plenamente en aquel que nos fortalece (Fil 4: 13).

Hoy nos invita la Iglesia a confiar plenamente en Dios, a creer plenamente en su infinito amor y sobre todo a que más que una marca de cruz de ceniza sobre nuestras frentes, nos dejemos transformar por el poder del amor incomparable de Dios en nuestras vidas y, sobre todo, a que nos arrepintamos de toda acción negativa en la que hemos vivido, dejando que sea su amor el que sane nuestras almas heridas por el desierto que atravesamos en nuestras vidas.

Recordemos que el enemigo siempre está al acecho, como león rugiente, siempre buscando a quién devorar. (1 Ped 5: 8) Él quiere que todos nos alejemos del amor de Dios y que nos perdamos en el fango del pecado, al caer abatidos por las tentaciones que encontramos en nuestros desiertos.

Pablo nos dice que todo aquello que vivimos, ya sean aflicciones o problemas, en nada se comparan con la gloria que tenemos prometida en el Cielo. (Ro m 8: 18) Por lo tanto veamos este principio de cuaresma como lo que realmente es, confiando plenamente en que Dios está definitivamente a nuestro lado sin importar lo que atravesamos o lo que vivimos siempre y cuando estemos dispuestos a dejarnos tocar por su eterno amor veremos su gloria manifestarse en medio de nuestro existir.

Solamente atreviéndonos a vivir despojados de todo sentimiento de derrota, despojados de la mugre de nuestro corazón, ya sean estos odios o rencores, sean iras o celos, es como verdaderamente viviremos a plenitud el perdón de nuestros pecados, porque perdonando es como somos perdonados. Pero si en nuestro interior seguimos acumulando oscuridades, esas mismas nos llevaran por desiertos que nos encaminan con sus tentaciones a la perdición.perdón

Debemos de vivir con ejemplo las experiencias de la vida, poniendo en práctica lo mucho que él en su bondad nos ha manifestado, no simplemente con una marca de ceniza sobre nuestra frente, más bien, con el toque de su amor en nuestros corazones y, de esa manera, podremos llenar esos vacíos que llevamos por dentro.

Ya no esperemos más; es el tiempo de la decisión que cambiará nuestro vivir, hoy digámosle a Dios: “Sí Señor, hoy quiero que tu amor perdone mi ser, para entonces yo poder perdonar al que me ofendió y de la misma manera, pedir perdón al que he ofendido, pues ya no quiero caminar en medio de un desierto sin consuelo y sin sentido” ¡Amén!

René Alvarado

Pan de Vida, Inc.

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El tiempo se nos va

Estamos viviendo un tiempo en el que se nos facilita la vida y de muchas maneras se nos invita a olvidarnos del pasado y a vivir un futuro en el mismo presente en el que nos encontramos. Vemos como en la televisión, en el cine o en las revistas, nos dicen por ejemplo, que ya no vivamos en el pasado, que tenemos que tirar aquel carrito viejito que nuestros padres manejaron y con el tiempo nos los dejaron, que eso ya nos es de nuestro tiempo, que hoy día debemos de manejar vehículos que consumen poca gasolina y guiados por energía verde a los que se les llama: “Híbridos,” aunque los pedales se nos traben o que los frenos nos fallen, llevándonos a la muerte. Nos dicen también que para qué nos preocupamos en aprender a cocinar si eso ya es algo que solamente los abuelos hacían. Hoy tenemos comidas rápidas, las cuales simplemente metemos en los hornos de micro-ondas, sin importarnos lo contaminadas que estas están con químicos que hacen que se mantenga “frescas,” haciéndonos más enfermos físicamente día con día. Es por ello que vemos más niños obesos, con enfermedades como la diabetes, las presiones altas y en algunos casos con derrame cerebral como consecuencias de esas comidas que las grandes empresas de alimentos han preparado con veneno para nuestras familias.

¿En dónde se quedaron aquellas noches en las que se cenaban las deliciosas comidas que nuestras madres preparaban con aquellos alimentos frescos del día? ¿En dónde se quedaron aquellos automóviles que nuestros padres y abuelos podían arreglar y cambiar de aceite sin tener que llevarlos con expertos en computadoras?

Esos días hermanos de mi corazón ya no existen y con ellos se han ido también todos aquellos aspectos morales que sostenían a la familia y a la misma sociedad. Creo que hemos sido nosotros mismos los que dejándonos manejar por las codicias humanas, las que nos han hecho perder el sentido común y nos hemos desviado por senderos que aunque parecieran buenos, nunca serán perfectos mientras ellos nos encaminen a la inmoralidad.

Por supuesto que alguien que lee estas líneas podrá decir que entonces por qué estoy escribiendo este blog, usando un medio de comunicación en el que en su mayoría se usa para la perdición. Claro que no todo lo que vivimos en los grandes avances científicos de hoy en día, son malos. Es más me atrevería a afirmar que no lo son, el problema es que nosotros como humanidad los hemos desviado de las riquezas que ellos nos pudieran traer como sociedad y por qué no decirlo como humanidad.

El otro día escuchaba que en una ciudad en el este de los Estados Unidos, los sacerdotes de una parroquia, estaban pensando abrir una ventana en la parte trasera del templo, para con ello facilitar las confesiones a los feligreses que por “falta de tiempo” no pueden asistir a confesarse dentro del mismo y en otra piensan abrir una para que los feligreses que no tienen “tiempo” de asistir a misa, puedan depositar sus ofrendas. Eso es penoso.

Vamos tan rápido en la vida que nos olvidamos de vivir. Como dice aquel viejo refrán: “Trabajamos para vivir o vivimos para trabajar.” Porque nos hemos convertido nuestras vidas en los esclavos del tiempo y del trabajo en todas sus magnitudes. Veamos como existen personas que tienen que trabajar dos o tres turnos pues de lo contrario no pueden sobre vivir con todas sus comodidades, con sus televisiones plasma, sus Ipods, sus teléfonos celulares con tonos soeces, sus autos híbridos, etc.

Un día platicaba con un hermano que me compartía sobre la separación con su esposa con la que había compartido veinte años de vida matrimonial. Él me decía: “Hermano René, cuando me casé, lo hice muy enamorado y deseaba estar con mi esposa a cada segundo de mi vida. Pero cuando me di cuenta de las responsabilidades que un hogar contrae, empecé a trabajar duro para que a mi familia nunca le faltará lo que a mi hizo falta.” “¿Y lo lograste?” Le pregunte. “Hay hermano René,” me respondió y continuo. “Trabaje duro por muchos años, sin darme cuenta que mis hijos crecían, que nunca estuve para sus cumpleaños o eventos especiales en su escuela o sus deportes, que cuando llegaba del trabajo ya estaban dormidos y cuando me iba por la mañana, ellos seguían sin verme…” Hizo una pausa y con un nudo en la garganta continúo. “A mi esposa, a la que amaba con todo mi corazón y a la que le había prometido estar en todo momento con ella, la abandoné en el instante que daba a luz a mis hijos por el maldito trabajo…” Se detuvo un instante y en ese momento aproveche para preguntarle: “¿Por qué dices el maldito trabajo?” “Porque siempre pensé que trabajaba duro para mi familia y verdaderamente nunca conocí a mi familia. Mi esposa al verse sola sin atención pues como trabajaba de día y de noche, no tenía tiempo para ella y vino alguien más a darle la atención que no le preste y me la robó…” “Lo siento mucho,” le dije. “¿Y que de tus hijos?” le pregunte. “Ellos…” Derramó una lagrima de dolor y me dijo: “…se fueron con su madre pues aunque yo los hubiera reclamado, ellos no me conocían”

Esos son los días que vivimos. Días que se nos acortan por el ritmo en el que vivimos. Ya no necesitamos esperar el año 2012 del calendario Maya para el final de los tiempos, estos ya los estamos viviendo a cada momento en el que nos dejamos manipular por lo que la sociedad nos indica, dejándonos manipular como el titiritero manipula a sus marionetas.

Creo que nos hemos alejado tanto del Creador al pensar que la vida la podemos llevar como mejor nos parezca, sin que nadie nos diga ni cero a la izquierda. En otras palabras nos hemos olvidado de de vivir, porque nos hemos alejado del dador de la vida.

La misma libertad que se nos dio, la convertimos en libertinaje y sin sentido hemos transformado lo que se nos dio como don precioso en un mundo sub-real que nos lleva a la perdición en medio de la miseria humana, convirtiéndonos en seres robotizados y programados por el mundo para caminar como mensos ciegos, al borde de la perdición, sin importarnos qué hay un del porque vivir, que existe la verdadera felicidad cuando nos damos cuenta que se puede respirar el aire de la vida misma y que como el famoso Pinocho, podemos romper con los hilos que nos manipulan y que confiando en el Creador, podremos alcanzar la plenitud de la vida.

Pensemos que tenemos alguien más por quien vivir, pero que no podemos dar una vida simplemente material, que aquellos por los que nos desvivimos esperan de nosotros a nosotros mismos y no cuanta comodidad y lujo material podamos tener a nuestro alrededor. Demos una abraso, demos un beso y digamos al oído de nuestra pareja, quien quiera que esta sea, un “te amo,” desde lo más profundo de nuestro corazón. A nuestros hijos si aun los tenemos con nosotros, decirles que se les ama sin importar las notas de la escuela y corregirlos con amor en los momentos en los que se equivocan.

Seamos felices con paz en el corazón aun así nos tronemos los dedos para pagar las deudas; aun así nuestro auto sea la bicicleta que nos lleva a la chamba y nuestros zapatos estén cumpliendo 5 años cubriendo nuestros pies, recordando que al quejarnos que ya ellos tienen hoyo en la suela, hay gente que no tiene pies.

Vivamos la verdadera libertad perdonando desde lo profundo del corazón a todos aquellos que nos hayan ofendido y por qué no decirlo, pidiendo perdón a todos aquellos a los que nosotros ofendimos. Porque en ello hermanos de mi corazón es como construimos ladrillo a ladrillo nuestra morada allá en la vida eterna.

Sé feliz y deja que tu corazón se inunde de ese amor incomparable del todo poderoso en tu vida, porque nadie te brindará el verdadero amor como el amor eterno de Dios. (Jeremías 31: 3)

Bendiciones

René Alvarado

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