René Alvarado renealvarado@elpoderdedios.org
En el libro del Génesis encontramos algo muy interesante: “En el principio, cuando Dios creó los cielos y la tierra, todo era confusión y no había nada en la tierra. Las tinieblas cubrían los abismos mientras el espíritu de Dios aleteaba sobre la superficie de las aguas.” ¿Por qué empezamos el texto de la Biblia con Gén 1 y verso 1? Porque ese es el tema de toda la Biblia. En él descubrimos que Dios es primero que nada Espíritu y creador y ante todo que él siempre ha sido, es y será un Dios que está en constante movimiento.
En este principio nos damos cuenta que la tierra y el universo se encuentra de caos (de la palabra hebrea: Tohu vabohu) y en necesidad de orden. Este orden se realiza en el momento en el que Dios, que está en constante movimiento, empieza a realizar su obra, ordenando todo y cuanto hay sobre el universo.
Para esto Dios se usa de su Espíritu (Ruah en hebreo para decir viento o espíritu, el viento de Dios), Es solamente por medio de ese Espíritu en el que el precepto viene a ser realidad en el universo entero. Si no hay Espíritu, no puede haber orden y a través de toda la historia de la humanidad, Dios ha manifestado su deseo de orden.
En el Génesis vemos las siguientes afirmaciones teológicas: 1- Dios único, 2- todo poderoso 3- soberano, 4- rey total de toda creación.
En la teología Bíblica se usa la palabra Shalom (palabra hebrea que significa paz o armonía, siendo su raíz lingüística le-shalem, que significa completar, retribuir, pagar, compensar), que es el lugar en donde todo funciona en armonía, tal y como Dios los creó. El edén es lugar en donde Dios reina y en donde puso al hombre como su pertenencia, para alabar a Dios (abad=mayordomo), para que sea partícipe del mantenimiento de Shalom. Este es el principio bíblico humano, que nos dice que Dios es creador, siendo su creación por separación y Shalom.
Dios nos creo para que fuéramos partícipes de la creación, es decir que en el momento en el que Dios sopló su aliento de vida (Espíritu de amor), no solamente se nos dio vida en un universo perfecto, sino que a su vez nos hizo colaboradores de ese mismo proceso y encima nos convertimos en los manejadores de la creación.
Pero que ha sucedido; ¿Por qué no vivimos en ese Shalom?; ¿Qué ha destruido la creación de Dios? Podemos dar muchas respuestas y estas muy lógicas, pero la más común es la de hacer responsable al Diablo por el desorden y caos que el hombre vive desde el instante en el que se separó del Espíritu de Dios al hacerle caso a la serpiente y comer de aquel fruto prohibido. Aun hoy día vivimos las consecuencias de esa separación.
Pero debemos de entender que la serpiente nunca mintió ni fue mala pues el texto no nos dice que lo fue. Lo que hizo fue el ser astuta para hacer caer al hombre en el pecado. Cuando el ser humano escucha a la serpiente, es cuando realmente empezó esa separación y por ende el retorno a Tohu vabohu. El problema central de la caída no fue el escuchar a la serpiente, más bien, el querer ser como Dios y su propia rebeldía lo llevó a separarse de ese Shalom, siendo los efectos 1. Se rompe la relación con Dios, 2. Se rompe la relación humanas y 3. Se rompe la relación con la naturaleza. A todo esto le llamamos idolatría. A esto la Iglesia le da el nombre de “caída” o “pecado original”. En cierta manera, esto limita esa separación a algo netamente moral, pero si profundizamos en ello, nos damos cuenta que esto no es suficiente pues el hecho no solamente me afectó como individuo, sino que afectó mi relación con otras personas.
Estamos viviendo en un mundo con un Shalom roto que no funciona a plenitud y esto conlleva a otro problema más serio: da comienzo al principio de la maldición y como consecuencia el castigo de Dios. El resultado final de esa separación o ruptura es el exilio es decir, Dios saca al hombre del Jardín a un destino que aunque incierto, conduce al hombre de nuevo a la restauración de ese Shalom del cual fue sacado. (Gén 3: 14-19)
Podemos darnos cuenta que existen tres aspectos de esa ruptura: a. rebeldía, b. pecado y c. impureza
La rebeldía es la que se antepone a la voluntad de Dios, al querer restaurar nuevamente nuestras vidas por otros medios y que por consecuencias de obedecer al mundo, nos separa de su amor.
El pecado que es el acto principal de todo aspecto de separación de Dios. Es lo que nos lleva a la oscuridad y tinieblas de la vida misma, aunque, más valiera decir que es lo que nos conlleva a la muerte eterna.
La impureza, es la suciedad que llevamos por dentro y la misma se manifiesta en nuestro cuerpo exterior. Es por eso que el mismo Dios, nos invita a que nos acerquemos a él a beber de su manantial de agua viva, para purificar por medio de su Espíritu nuestro interior y de esa manera restaurar aquello que hemos enlodado. (En la clase 8 estaremos viendo estos tres puntos)
Dios ha querido siempre manifestar su bendición y aunque el hombre trate por todos los medios posibles de separarse de él, él siempre está ahí por nosotros, sin abandonarnos y atendiendo nuestras suplicas y ruegos por la restauración de nuestras vidas. Dios “quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad” (1 Tim 2: 4), al conocimiento de Cristo (Jn 14: 6)
Dios siempre se ha revelado de muchas formas al hombre por amor y no por casualidad, revelándonos cuanto él nos ama y por medio de esas revelaciones, él responde a las preguntas universales del por qué de las cosas negativas de la vida. Él dispuso revelarse al mundo por medio de Jesús para hacernos participes de su naturaleza divina. Por ello él trasmite su misma naturaleza divina. ¿Cuál es su naturaleza divina? Pues nada más que su Espíritu de amor. Es por ello que a través de la Biblia, su Espíritu está en constante acción, desde el Génesis, por medio de la comunicación que tuvo con Adán y Eva, prometiendo su salvación.
La etapa del origen del diálogo de Dios con la humanidad no se rompe, el mismo se renueva con Noé después del diluvio “No volveré a destruir a la humanidad” Gén 9: 11, y lo continúa con el Apocalipsis “Y voy a llegar pronto”. Ap 22: 7. Aún en nuestros días podemos ver esa misma comunicación realizada por medio de aquellos hombres y mujeres como el Obispo Romero en El Salvador, Mahatma Gandhi en la India, Cesar Chávez y Martin Luter King Jr., en Estados Unidos, quienes dieron su vida tratando de comunicar a la humanidad lo mucho que Dios ha querido la restauración del Shalom.
Al compenetrarnos de esa naturaleza divina, podemos descubrir varios aspectos de la bendición que está contrae a nuestras vidas: a. promesa, b. pacto y c. liberación (del latín: misio Dei= Misión de Dios) La misión de Dios es restaurar Shalom.
La próxima clase veremos en detalle estos aspectos.